Opinión
Por
  • Javier García Antón

Externalizar la educación

Colegio Pío XII de Huesca
Colegio Pío XII de Huesca
D.A.

ES LLEGADO el momento de proclamarlo: ¡hay que externalizar la planificación educativa! Cuestión imperativa, porque en ella se sustancia nuestro ser. Inmanuel Kant lo solemnizó: tan sólo por la educación puede el hombre llegar a ser hombre. Y Mark Twain le puso su pizca de sal: “Nunca he permitido que la escuela entorpeciese mi educación”. Jamás una sentencia podría aspirar a ser más actual y universal: parece una recomendación para la España de 2021.

Esta semana, Pablo Casado ha anunciado que, cuando llegue al gobierno -que ya es decir-, derogará la Ley Celaá. Le faltaron reflejos a Pedro Sánchez (o a Iván Redondo) para replicar que, si perdiere su atalaya, cuando la recuperara abolirá la ley que anule el PP. Y así en una secuencia sin fin.

Si nuestros próceres tuvieran una porción de estadistas y no un espíritu desbordantemente oportunista, sus augurios debieran plasmar la siguiente idea: cuando los españoles me otorguen la responsabilidad de gobernar, no me detendré hasta conseguir una ley abrumadoramente respaldada y con altitud de miras.

No, tras 44 años de democracia, nuestro pensamiento colectivo y, sobre todo, político peca de inmadurez. Inconsistencia educativa que, en un bucle vicioso, se retroalimenta con malas leyes, ineficaces, ineptas para el mundo de hoy.

De ahí mi propuesta de externalización. La honradez intelectual de una nueva casta de gobernantes sería reconocer sus sesgos y limitaciones para, en el tránsito hacia su madurez, entregar a alemanes, finlandeses y singapurenses nuestra futura ley... A casos de éxito. Eso sí, incorporando nuestra vasta cultura, nuestra idiosincrasia. El legado de sabiduría que recibimos exige otros guardianes.