Opinión
Por
  • Laura Alins Rami

Otro feminismo es posible

Manifestación del 8M en tiempos de pandemia
Manifestación del 8M en tiempos de pandemia
EP

Padecemos hoy, inoculado desde el sistema, una suerte de feminismo extremo que nada tiene que ver con la igualdad, el respeto y la promoción de la mujer. Es ese feminismo que presiona a la mujer a adoptar en el trabajo estándares, patrones masculinos de éxito, a renunciar a la maternidad en pro de su desarrollo profesional (la conciliación no va con esta ideología a la que no interesa la familia).

Este feminismo tóxico empuja a la mujer a competir con el hombre y a perseguir el éxito por el éxito, su empoderamiento; le importa muy poco que la mujer dé plenitud en el trabajo a su genio femenino, o que enriquezca su ocupación con las cualidades que le son propias: generosidad, tenacidad, fortaleza, espíritu de sacrificio, empatía, gusto por lo concreto, delicadeza, intuición…

Este feminismo extremo, ultramoderno o postmoderno abomina del hombre, como opresor y enemigo a batir, como depredador que abusa de su poder para explotar a la mujer, mientras que ésta es presentada como la víctima indefensa a la que el Estado debe proteger y promocionar, ya que ella sola es incapaz. Así que es preciso defender a la mujer del hombre –abusador por antonomasia- con leyes de violencia de género discriminatorias que criminalizan especialmente al varón en los conflictos familiares, con cuotas obligadas de féminas en la administración y gestión de empresas e instituciones –independientemente de su capacidad-, con su presencia en todo tipo de chiringuitos feminoides, absurdos e inoperantes (aunque bien regados de euros), y, sobre todo, fomentando una engañosa autonomía y autosuficiencia que la lleva a liberarse del hombre, al cual ya no cree necesitar ni para procrear, que para eso ya se apaña ella con la biotecnología.

Este feminismo destructivo, opuesto a la feminidad, ha traído un cambio cultural contra el hombre y ha abierto una profunda brecha entre hombres y mujeres, ha sometido a la mujer a muchas esclavitudes, ha convertido la unión sexual en un sinsentido, ha cercenado el deseo natural de la mujer a la maternidad y a la familia y está intentando ahogar sus aspiraciones más íntimas.

Este feminismo, alentado orgullosamente por nuestro gobierno, niega algo tan reconocido científicamente como es la alteridad y la complementariedad (en sentimientos, emociones, fisiología cerebral y biología) del hombre y la mujer, lo que origina una confusión grave respecto de la identidad de uno y otra y de su papel en la sociedad.

Resultado: Las mujeres son menos felices, se sienten más solas, sufren más ansiedad, depresión, frustración, culpabilidad, desapego emocional, se ejerce más violencia contra ellas, los hijos tienen más problemas… (ahí están las estadísticas)

Sería bueno que nuestro Ministerio de Igualdad nos explicara por qué España ya no es el quinto país del mundo en bienestar de la mujer; hemos pasado de este puesto en 2017-18 al puesto número 15 en 2020. Pero este Ministerio, hinchado de millones, no explicará nada (en realidad no nos hace falta). Por favor si quieren hacer algo por nosotras, olvídennos y no nos humillen más.

Sabemos salir adelante y ocupar nuestro lugar porque la mujer española conoce otro feminismo, ese que le permite seguir siendo mujer, esposa, madre, esté donde esté, trabaje donde trabaje, en casa o fuera de ella; ese que le permite colocar a la familia en el primer lugar de sus intereses; ese que valora su genuinidad y sus capacidades por encima de cuotas. Y salimos adelante en colaboración mutua y generosa con nuestros maridos, hijos, padres, hermanos, primos, tíos, amigos… en fin, con nuestros queridos y maravillosos hombres.