Opinión
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  • Diario del Altoaragón

Una Semana Santa distinta

Procesión de Viernes Santo en Huesca
Procesión de Viernes Santo en Huesca
D.A.

YA NO ES una Semana Santa inédita por sus restricciones, porque la de 2020 fue muy parecida, si acaso más lóbrega, más gris, más triste. Hoy tampoco se sucederán las procesiones en toda España y en toda la provincia de Huesca. Aunque la causa sea indeseada y nada edificante, debiera ayudarnos a concebir el valor intrínseco de una festividad arraigada en nuestra cultura y en nuestras tradiciones. En lo más profundo de nuestra espiritualidad, diseminada en espacios menos populosos por la combinación del materialismo y del individualismo que, finalmente, no conducen sino al empobrecimiento de la esencia de la sociedad. Alejarse de las raíces implica ineludiblemente una pérdida de valores que repercute negativamente en todos los aspectos de la comunidad.

Hoy, por la mañana, añoraremos el recorrido de los romanos. Tras la comida, el cosquilleo de los cofrades mientras preparan sus atuendos impolutos. La irrenunciable mirada al cielo, entre la oración y el temor a una evolución climática comprometedora. El camino hacia la procesión del Santo Entierro, las calles repletas de observadores, el esfuerzo del impulso de los pasos y del caminar de los peregrinos, y el final en el que Jesucristo queda en manos del Padre, el tránsito hacia la Resurrección del Domingo. Ayunos de los desfiles procesionales, las ciudades y los pueblos pierden su atractivo específico de estas fechas, en las que el recogimiento propio de la época litúrgica se suma a la excepcionalidad de la pandemia. Y, sin embargo, en esta tesitura singular, existe una virtud indeleble que hemos de reforzar: el compromiso con los demás a través de nuestra propia mejora en la conducta, que ahora pasa por la protección, por la prudencia y por la convicción de que en nuestras manos está el retorno a la normalidad.