Opinión
Por
  • Javier García Antón

Hemos de resucitar

Diego S. Garrocho
Diego S. Garrocho
S.E.

UN PROFESOR explica la historia de David y Goliat. Suiza. Pregunta a los alumnos después: ¿Quién mató a Goliat? Como pista, “--VID”. Un niño de 5 años responde: “COVID”. Si no fuera porque es un síntoma, sería hasta hilarante. Cerca del centenario de “La rebelión de las masas” de Ortega y Gaset, mi amigo Pedro comparte en grupo una reflexión de filósofos sobre el hombre-masa en la revista Ethic. Hasta nuestros tiempos ha llegado inalterada la reflexión del sabio: “¿Para qué oír, si ya tiene dentro cuanto falta? Ya no es sazón de escuchar, sino, al contrario, de juzgar, de sentenciar, de decidir. No hay cuestión de vida pública donde no intervenga, ciego y sordo como es, imponiendo sus opiniones”. En la traslación a este siglo posterior, Victoria Camps lo reinterpreta con la homogeneidad e indiferenciación de los individuos. José Antonio Marina a la necesidad que siente yo social del refrendo de la red. Ana Carrasco lo identifica como un tipo acelerado que no sabe en realidad a dónde va.

Pero, entre esta pléyade de filosofos coetáneos nuestros, el joven Diego S. Garrocho coloca la tilde encima de nuestras cabezas: el hombre-masa es todo aquel humano que renuncia a la custodia de su propia humanidad. Y, en tanto en cuanto la abandona, queda alienado de su ser.

Necesitamos resucitar y hoy, Domingo de Resurrección, es un momento fabuloso. Mirando atrás hacia la Pasión que identifica nuestra esencia. Forma parte de nuestro libre albedrío. Sapere aude. Atrévete a saber. Toma de dentro lo bueno y lo malo, renueva e impulsa lo positivo, relega lo negativo. Reflexiona y actúa. Con prudencia, fortaleza, templanza y justicia. Sal de la masa, únete al prójimo. No es contradictorio. Es preciso.