Opinión
Por
  • Fernando Alvira

Sobre el valor y el precio de las cosas

Arqueta de Buira bienes Barbastro-Monzón
Arqueta de Buira
S.E.

HAN TARDADO años y sufrido avatares poco comprensibles pero las piezas ya están en Barbastro. Se han escrito cientos de folios dentro pero sobre todo fuera de los juzgados en libros, revistas especializadas o no, periódicos y, en los últimos tiempos, en ese espacio de absoluta libertad para decir cualquier majadería que conocemos como redes sociales.

Incluso los que les prestamos poca atención hemos tenido ocasión de enterarnos hasta el agotamiento de las idas y venidas sufridas desde hace décadas por un conjunto de objetos artísticos que sirvieron a las liturgias en pueblos que son parte del Alto Aragón. Los litigios eclesiásticos y civiles no han parado ni pararán por ahora, pero abogados, historiadores, periodistas, tertulianos y youtubers se han volcado en dar razones –a veces rozando el surrealismo- para que todos esos objetos tuvieran que estar en uno u otro lugar.

Con el tercer y último envío resultaban sorprendentes algunos de los titulares de la prensa que ojeo a diario: el primero seleccionaba los objetos mediante la concesión de estrellas, como si se tratara de una guía michelín; el segundo señalaba los cientos de miles de euros que recibía el Museo diocesano del Somontano. Parece como si a los ciudadanos solo les interesara saber el precio de lo devuelto, como si se tratara de una transacción comercial entre gentes que no entienden ni una higa del valor real de las cosas.

Frente a esta tropa, creo que muchos de los que se alegran por la devolución de las piezas, lo hacen porque en algún momento fueron parte de la vida de un pueblo. Produjeron sensaciones y emociones en los habitantes de los núcleos de los que fueron sustraídas, aportaron felicidad a los moradores por su belleza o su funcionalidad, sirvieron para que sus vidas mejorasen alimentando esa parte del ser que no se nutre de productos de la tierra sino de ideas. Es decir las valoraban sin atender en ningún caso a su posible conversión en reales.

Los ciudadanos de alguna edad, creyentes o no, hemos de regocijarnos con la vuelta de todo ese caudal de arte por su valor, no por su precio. Pero, ¿qué pasa con la mayoría de la gente joven? Esos que nacieron con los inicios del proceso judicial que parece haber concluido de momento... no entienden por qué hay que otorgarle valor a una serie de pinturas, esculturas, arquetas, custodias, cálices, copones, navetas, candelabros y cruces; aunque han oído que podrían alcanzar un precio sorprendente de venta (algo que, por otra parte, está claro que no puede suceder...) en las mismas salas donde por un precio astronómico se puede adquirir el pantalón que la cantante favorita de sus abuelos lució durante el intermedio de la super bowl...

Resultaría imprescindible que a la devolución acompañara una buena dosis de pedagogía que consiguiera hacer que los jóvenes lo entendieran porque, está claro que la recuperación del pasado no se hace solo para quienes por edad podemos disfrutarlo. Se hace para dejar una herencia a los que vendrán aunque tendrán que ser informados de lo que les otorga el valor de verdad a las cosas que se pueden medir y pesar...

Algo que no tiene mucho que ver con los sesudos estudios de los especialistas en arte que analizan pormenorizadamente las características de los objetos y dividen y catalogan a los autores por tiempos y maneras pero no siempre reflexionan sobre los efectos que han producido en cada uno de los que los que los han podido disfrutar porque tienen la cualidad de haber formado parte de sus vidas. Las sensaciones y las emociones no tiene nada que ver con el precio que se pagó en una ocasión al correspondiente artesano, pintor, platero, tallista… son la esencia del valor que adquirieron a lo largo de los años.

Vicepresidente de la Real Academia de Nobles y Bellas Artes de San Luis