Opinión
Por
  • Javier García Antón

El anillo de Irene

Irene San José, de Araclon Biotech
Irene San José
Pablo Segura

ESO QUE TÚ ME DAS es mucho más de lo que pido. La icónica canción de Pau Donés es el fondo musical del hasta siempre de los compañeros de Araclon a Irene San José, compañera de proyectos, de fatigas, de alegrías y de vicisitudes de Manolo Sarasa hasta el último suspiro del amigo y del investigador, once meses ya. El aforismo sobre la gran mujer que hay detrás de todo gran hombre es imperativamente reversible en un tanto monta, monta tanto Manolo como Irene. Los reyes de la serenidad. Saben en Araclon que el buen vasallo pende del buen señor, como decía el Cid en su destierro.

Irene no va a disfrutar la edad de oro, porque con oro ha barnizado toda su trayectoria vital, reflejos dorados que han gozado su familia, colegas y amigos. Sus Buenos Amigos, nombre de un delicioso wasap grupal con torrentes de humanidad. El tiempo suyo va a ser de diamante, trufado de los preciosos recuerdos, de su presente con hijos y nietos, de su dadivosidad social en Fibromialgia y Alzhéimer. ¡Tanto por hacer!

Irene es bravura aragonesa y mexicana, es seda humana, por ella fluye la espiritualidad que Mario Alonso Puig estima identidad del homo sentiens, es escucha paciente y sabia, es elegante discreción, distinción en la palabra que fluye en un arroyo cristalino de sensibilidad, es gestualidad contenida, es fe trascendental, es la paz que mi madre ve en la atmósfera de las personas buenas en el buen sentido machadiano de la palabra.

Si queremos averiguar la esencia de un prójimo, acudamos a la pregunta del mito del anillo Giges que reflejó Platón: si pudiéramos volvernos invisibles y acariciar avaricia y lujuria como sucedió con el pastor, ¿resistiríamos la tentación? Quizás pocos. Irene sí. Irene prefiere cultivar su jardín regado por la sabiduría y la bondad.