Opinión
Por
  • Javier García Antón

"Dolor de sociedad"

Adriel y el doctor Santiago Candela Sant Joan de Déu Barcelona
Adriel y el doctor Santiago Candela, que le operó
S.E.

PATRICIA ha vivido seis años de simbiosis con Adriel. Se acostaba con él, presentía y atendía sus convulsiones. a días 6-10 por jornada, otros cada pocos minutos. Beneficiario de una cirugía novedosa en el Sant Joan de Déu, desde el 8 de octubre la pesadilla ha pasado al baúl de los recuerdos.

Patricia, madre coraje de Monzón, se ha familiarizado con ellos, pero nadie se acostumbra a vivir con miedos e incertidumbre. Una sombra alargada que, cuando despeja, deja sus secuelas.

Su gratitud es infinita, pero el aprendizaje deja cicatrices. La principal, dice emocionada, “el dolor de sociedad”. Patología hoy sin antídoto. “La enfermedad es dura, la vida muy difícil, pero es más comprobar que la sociedad no está preparada para entender a estos niños”.

El relato es tan crudo que sólo un analfabeto emocional puede evitar que las lágrimas rueden por el rostro. A mí se me precipitan. “Con la enfermedad hemos podido”. Pero no con el estigma, con la incomprensión, con la incapacidad para entender la discapacidad, que es una discapacidad éticamente incapacitante. “Te catalogan como lo que no eres, la gente que te ve te mira como algo raro. Es muy triste. Nos ha dolido mucho”.

Patricia desborda entereza. Integridad que le legitima para discernir entre el dolor y el sufrimiento (Buda definió aquel como inevitable, éste como opcional). Para cribar las amistades, hoy apenas reducidas a un par de amigas. Dos tesoros..

Adriel ha tenido compañeros de clase, no amigos. No ha acudido a cumpleaños ni se ha relacionado en el parque. En la vida, elegimos. Podemos irrigar la mirada con un velo de turbidez, inhabilitante para llegar al corazón. Si al leer esto sus lágrimas brotan cristalinas, hay esperanza. Si no, la sociedad seguirá manando dolor.