Opinión
Por
  • Javier García Antón

Morir de confusión

Astrazeneca
Vacuna de Astrazeneca
EP

DEBAJO de una trama en torno a la convivencia en pareja, La insoportable levedad del ser de Milan Kundera plantea dudas existencialistas: el hombre nunca puede saber qué debe querer, porque vive solo una vida y no tiene modo de compararla con sus vidas precedentes ni enmendarla en sus vidas posteriores. Heráclito elevado a la máxima dimensión. Es lo que nos sucede con todo lo relacionado con la pandemia. En una mirada atrás hacia abril de 2020, constatamos cómo algunas de las medidas eran exageradas o ridículas, pero estábamos bajo el más vale prevenir.

Algo similar, pero más grave si es posible, sucede con las vacunas, que están dejando con el culo al aire a organismos internacionales y gobernantes próximos en una ceremonia de la confusión que podría resultar simpática si no fuera porque... mata. Porque, de cada cola de ayer ante centros de salud y vacunación esperando sin resultado la dosis, alguno caerá. Y esta no es una batalla con honor, porque sí es real que hemos depreciado el valor de la vida hasta el punto de que cien mil fallecidos se han convertido, ¡pobres!, en una cifra. Es lo que tiene la tetraplejia de moda, cuando se paralizan las extremidades del corazón, del coraje, de la razón y de la sensibilidad.

El 11 de marzo, España anunciaba que se detenía la AstraZeneca para los mayores de 55 años. El 7 de abril, pese a la fe de la Agencia Europea, todo el cargamento se encauza exclusivamente a los mayores de 60, ¡ay mísero de mí! En otros países, a otros grupos. La congruencia ha sido vilmente asesinada por los nervios, los electoralismos y la inepcia. Y, mientras, en otras áreas del mundo, cantan emulando a la charanga del “Camarero, una de mero” con la fórmula “Boticario, 1 de Sputnik”.