Opinión
Por
  • Javier García Antón

Sidi, no; el escorpión

Pérez Reverte
Portada de Sidi
S.E.

EN UNO de los diálogos profundos entre Sidi Qambitur, esto es, Ruy Díaz de Vivar, y Yusuf Al-Mutamán, el rey de Zaragoza asegura que ha descubierto el peligro del jefe de la hueste castellana porque nunca se traiciona a él ni a sus lealtades. El Cid replica que es la manera de ganarse el pan propio y el de los suyos. Y el monarca agareno, tajante, niega la mayor: no, es tu condición.

Sería una hipérbole atribuir a Pablo Iglesias la esencia del honor que desprende en la obra de Pérez Reverte El Cid, cuando el líder de Podemos apunta a los periodistas reacios a sus tesis para que, como anhela siempre Diego Ordóñez en Sidi, los suyos les corten la cabeza. Lo del coletudo -entiéndase por naturaleza ajeno a la acepción sinónima de torero- es más similar a la fábula de la rana y del escorpión, cuando el artrópodo, una vez a salvo por el batracio que le transporta hasta la orilla, le pica mortalmente y, ante la muerte en plena agonía, le espeta que no se ha podido resistir: “Está en mi condición”.

En la idiosincrasia del exvicepresidente del Gobierno, zarandeada por las tentaciones capitalistas expresadas en casa, indemnización y apego al poder, manan a la menor ocasión las convicciones doctrinales bebidas de fuentes antidemocráticas de más allá del charco. No es nada nuevo. Desde los asomos a la actividad política, instalado ya en la casta, la pereza por descabalgarse ha sido propicia ocasión para reclamar la nacionalización de los medios de comunicación privados, la anulación de todos los respaldos económicos a los que sufren apuros y el acoso y derribo a los divergentes. Elemento nuclear, este último, que distingue entre los fieles al Estado de Derecho y los “negacionistas” de la libertad y el derecho.