Opinión
Por
  • Susana Solís

Las campanas doblan por la despoblación

Concentración por la España Vaciada ante el Congreso de los Diputados
Concentración por la España Vaciada ante el Congreso de los Diputados
S.E.

MEDIODÍA del miércoles de la semana pasada, en Madrid. Dos grandes campanas tañendo ante el Congreso de los Diputados. A esa misma hora, miles de campanas repicando en aldeas, pueblos y ciudades. El eco de la España despoblada: un mensaje que sigue vivo a pesar de las promesas incumplidas, de la utilización meramente electoral de una reivindicación y de la burocracia que tiene siempre a punto un problema para cada solución.

Hace 8 días se conmemoró el segundo aniversario de la Manifestación de la Revuelta de la España Vaciada. El 31 de marzo de 2019 acudieron a Madrid más de 100.000 personas convocadas por 93 plataformas para exigir al Gobierno soluciones urgentes contra la despoblación. Aquella movilización fue un aldabonazo del que surgieron muchas iniciativas como Jóvenes de Castilla y León, Jaén Merece Más, Segovia Viva y Yo paro por Mi Pueblo, que se unieron a las pioneras que luchaban desde mucho antes, como Teruel Existe y SoriaYA!

Ahora, dos años después –y teniendo en cuenta las imposiciones de la pandemia, que impiden las concentraciones--, 160 organizaciones de 28 provincias llevaron a sus representantes a las puertas del Congreso para decir, ante la sede de la soberanía popular, que aquel corazón de la protesta sigue latiendo, que “ser pocos no resta derechos”. Y para recordar que sus problemas continúan.

Tienen razón. Son más las promesas que las realidades. Lo ha medido bien un estudio de Next Educación que se presentó la semana pasada en el Senado con la vicepresidenta del Gobierno para la Transición Ecológica y Reto Demográfico, Teresa Ribera, y que subraya que de los 200 líderes (individuales y colectivos) a los que se les ha preguntado sobre su percepción de los avances realizados en la España despoblada en los dos últimos años, un tercio cree que todo está igual o peor; casi la mitad aprecia mínimos avances, y solo un 10,8 por ciento estima que la situación ha mejorado. “La España despoblada vive entre una esperanza prudente y un escepticismo fraguado en décadas de abandono y olvido”, sintetizó Manuel Campo Vidal, presidente de Next Educación.

Atención a Bruselas, les recuerdo una vez más a todos aquellos –en las dos Castillas y Aragón, y también en muchas zonas de Asturias, de Galicia, de Extremadura y de Andalucía— que sufren la despoblación. Atención, porque estamos trabajando para paliar sus consecuencias y porque ya hay frutos de enorme importancia. Tras una larga y difícil negociación, en la que he tenido la oportunidad de participar como eurodiputada, sobre el reglamento del Fondo de Desarrollo Regional (FEDER), conseguimos cambiar la definición de despoblación. Ese concepto incluye ahora a todos aquellos territorios que, a nivel provincial y comarcal, hayan perdido un 1% de la población entre los años 2007 y 2017, o tengan menos de 12 habitantes por kilómetro cuadrado.

Las implicaciones de este cambio son muy destacadas. No solo hay más territorios se pueden beneficiar de los fondos FEDER, sino que también se abre la posibilidad de apoyo financiero procedente de otros instrumentos europeos, como el Fondo social europeo, el Fondo de Transición Justa, el Fondo de desarrollo rural…

“Sin inversión, despoblación”, se gritaba hace dos años. Era verdad, y ahora es más verdad ahora que nunca. Lo que tenemos es la oportunidad de oro para ir haciendo realidad las medidas para acabar con el abandono y el aislamiento, medidas que tienen que ver con mejorar las conexiones digitales, la eficiencia energética, las infraestructuras y el transporte.

Para eso están los fondos FEDER y el plan de Recuperación de la crisis Covid-19: para poner en marcha proyectos que ofrezcan empleo de calidad y mejoren los servicios sociales a través de la digitalización. Pero para ello necesitamos un plan nacional que incluya medidas claras y acciones que creen empleo y mejoren las condiciones sociales en las zonas rurales.

A mediados de marzo el Consejo de ministros acordó destinar 10.000 millones a un plan de 130 medidas ante el reto demográfico. Las medidas van en la buena dirección, la dirección que he mencionado en este artículo y en otros anteriores sobre los proyectos que pueden recibir fondos europeos. Pero hace falta que se cumplan, y hace falta seguramente ampliarlas: entre las anunciadas no hay ninguna que hable de apoyo a la natalidad (¡y se habla de reto demográfico!) ni de mejora del IRPF a los que habiten en zonas rurales despobladas, un tratamiento fiscal similar, por ejemplo, al que ya existe en Canarias, Ceuta y Melilla.

Un plan nacional serio contra la despoblación debe abordar estos temas, materializar los compromisos, aprovechar la oportunidad que ofrecen los fondos europeos con la ampliación de criterios que he señalado y, desde luego, actuar sin que la burocracia o el favoritismo saboteen la aplicación de las medidas. En caso contrario, volveremos a las palabras vacías y las promesas incumplidas que frustran las esperanzas de tanta gente. Y las campanas, no lo olvidemos, pueden doblar y pueden repicar. Dependerá de que demos largas o demos soluciones a la España despoblada.

Eurodiputada de Ciudadanos en el Parlamento europeo