Coche para la eternidad
FERMÍN Romero de Torres, el inefable personaje de Ruiz Zafón transversal en la tetralogía de La Sombra del Viento, asegura que el destino está a la vuelta de la esquina, que recurrentemente puede ser un chorizo, una furcia o un vendedor de loterías, pero no hace visitas a domicilio. Eternizar el sino representa una de las tentaciones del ser humano, dentro de un debate ético en torno a la muerte y su irrefutable adhesión a la vida.
El duque de Edimburgo decidió hace ya años programar su último trance en este mundo. Los detalles de las exequias y el tipo de ceremonia, aunque lo que no pudo contemplar es el condicionante del coronavirus que, con seguridad, habrá chafado alguno de los planes del excéntrico consorte real.
Una de las curiosidades que se ha desvelado es el coche en el que se instalará el féretro hasta su punto de partida. Un Land Rover Defender que el propio Felipe de Edimburgo mandó “tunear” para que quedara a su gusto. Estéticamente, con aspecto militar con el verde propio del ejército, que simboliza una de sus pasiones. Pero es que, además, el cónyuge de la reina Isabel II encargó que se colocaran unos topes en la parte trasera para que el ataúd no sufriera movimientos bruscos. Vamos, que determinó este amante de la velocidad que el viaje postrero fuera confortable.
No deja de tener su simbología esta apariencia de excentricidad. La propia marca de automóviles rindió homenaje a su cliente más distinguido por su contribución a la ingeniería en el Reino Unido. Sólo la discreción de los directivos del proveedor de la Casa Real británica frenará los impulsos de sus responsables de márquetin de fidelización para un spot: con Land Rover hasta el fin del mundo. Amén.