Opinión
Por
  • Javier García Antón

Cazadores y cocineros

David Beriáin y Roberto Fraile Burkina Faso
David Beriáin y Roberto Fraile, informadores asesinados en Burkina Faso
EFE/Discovery Max/JMGARCÍA

LOS ÚLTIMOS tiempos han descubierto a la ciudadanía el riesgo de periodistas con cascos en las calles de Barcelona o de Madrid ante el vandalismo de enemigos de la convivencia. Es cierto que nuestro oficio está rodeado de peligros, unas veces por la violencia de gentes anónimas, otras por presionantes de cuello blanco en la oscuridad de despachos institucionales o de abyectas élites, en ambos casos aversos al derecho de la expresión y de la información. Están más cerca de lo que usted, ciudadano, cree, dispuestos a cercenar una de sus más elementales libertades. Oscuros detentadores de poderes que olvidan dos de las doce reglas de Jordan Peterson: la tolerancia y la autocontención.

Su vulneración de esa integridad democrática, sin embargo, no suele trascender al plano físico, en extrema amenaza entre esos seres resistentes al miedo, a las guerras y a las mafias. David Beriáin, asesinado con el cámara Roberto Fraile en Burkina Faso, era periodista de frontera. De esos espacios donde la linde entre la vida y la muerte se salta en una décima de segundo. Premio Porquet del Congreso de Periodismo Digital en 2009, ponente en los Encuentros de Periodismo en Altura de Castejón de Sos de Enrique Serbeto, entre futbolín y futbolín David diseccionaba los periodistas en dos categorías, recuerda Fernando García Mongay: cocineros y cazadores. Los primeros se lo guisan y se lo comen en los ámbitos urbanos y redaccionales. Los segundos necesitan la emoción de la captura porque ahí radica la autenticidad. El relato frente a bandidos, piratas y terroristas, que cualquiera de estas abominables clases acabó con su vida. El problema es que la caza es hábito en vías de extinción. Y con su fin, llega la oscuridad sobre medio mundo.