Opinión
Por
  • Javier García Antón

Los ruidos y las nueces

Vista de Huesca
Vista de Huesca
D.A.

LA SOCIEDAD Española de Otorrinolaringología ha eximido (tácitamente) a Huesca de un problema de salud: 3 de cada 4 personas en ciudades industrializadas sufren problemas de ruido. Y la tercera parte de la población mundial padece pérdidas auditivas. El avión o los trenes, inductores del problema, brillan aquí por su ausencia, no así los aparatos que cuelgan de las orejas de todos nosotros, un auténtico atentado a largo plazo al bienestar del oído si se utiliza más de una hora diaria. Retumba -nunca mejor dicho- este problemón de salud, que los lobbies acallan en el cóctel del silencio (paradójico oxímoron) y la compra de voluntades.

Fray Luis de León redivivo tendría hoy más motivos para su deliciosa arenga: ¡Qué descansada vida la del que huye el mundanal ruido, y sigue la escondida senda por donde han ido los pocos sabios que en el mundo han sido! Escapar de allí donde hay más estridencia que nueces es hazaña casi inviable. Creemos que el que más grita se alza con la razón, acaso concibiendo que Napoleón estaba en posesión de la verdad incontrovertible cuando espetaba que una gran reputación es un gran ruido: cuando más aumenta, más se extiende; caen las leyes, las naciones, los monumentos; todo se desmorona. Pero el ruido subsiste.

No, con la audición dejamos en el camino una porción de nuestra humanidad: Oprah Winfrey ilustra con el gran recurso que la ha hecho rica, no hablar ante la televisión, sino escuchar.

Alzar la voz, sin sentido, no es opción. Alfonso X nos recordaba que los cántaros vacíos son los más estruendosos. Y Esopo que la rueda estropeada del carro es la que hace más ruido. Llenen su vida de nueces, de argumentos, para evitar que el eco nos devuelva nuestras miserias. l