Opinión
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  • Diario del Altoaragón

El Primero de Mayo

1º de Mayo Monzón
Manifestación del 1º de Mayo en Monzón
Pablo Segura

EL PRIMERO DE MAYO, icono de la defensa de los intereses de los trabajadores, se ha convertido en un batiburrillo de convocatorias diversas, en algunos casos concentrados en el mundo laboral, en otros en organizaciones de distinta índole. Con absoluta seguridad, hoy tiene un sentido claro que ha de adaptarse, indefectiblemente, al nuevo escenario. Las movilizaciones se iniciaron históricamente en la revolución industrial y tenían el claro objetivo de armonizar los derechos de los obreros con el desarrollo económico general y de las empresas. Actualmente, nos hallamos en una nueva etapa de radical transformación tanto por los avances en materia de digitalización como por el nuevo catálogo de profesiones en evolución y cambio que requerirán respuestas adecuadas a su naturaleza.

Con estas circunstancias, cuya volatilidad es enorme, los sindicatos deben realizar un esfuerzo supremo para modernizarse. Es obvio que existe un desfase entre la evolución social y la de las propias centrales, que deben repensar no sólo su papel sino también el catálogo de servicios que han de aportar a los trabajadores para que la afiliación sea un atractivo y no una especie de seguro contra los conflictos laborales. No quiere decir, por supuesto, que no exista una legitimidad absoluta para protestar contra decisiones empresariales como las que van a colocar en las filas del paro a 63 personas en Ferroatlántica en Monzón, y que haya que establecer un diálogo efectivo para conciliar las necesidades de la empresa para su subsistencia con el mantenimiento del empleo. Pero, más allá de este caso puntual, el Primero de Mayo ha de ir variando hasta ser un reflejo exacto del mercado de esta tercera década ya iniciada del milenio. En ese empeño, todos nos jugamos mucho.