Opinión
Por
  • Javier García Antón

La risa y la libertad

humor
El humor nos da libertad.
D.A.

HACE mes y medio llamé a Macarena Santa-María para que me explicara el taller de risoterapia que había ofrecido a profesionales de la UCI de San-Jorge gracias a su común bienaventuranza con Javier Viñuales, de Fibersalud. Cuando la conversación fluye con una psicóloga-payasa, una vez extirpados los formalismos de cortesía, la risa se convierte en una manada de “vitorinos”, en caballos desbocados, sin control, con un efecto brioso pero constructivo. Da igual que el punto de partida sea dichoso o desdichado. Nietzsche aseguraba que el ser humano sufre tan terriblemente en el mundo que se vio obligado a inventar la risa.

No le compro la avidez fatalista al filósofo alemán, pero sí el don de la oportunidad de la mejor elección que las personas tenemos dentro de nuestro libre albedrío. Sepa, amigo lector, que cuando alguien le pregunta por la mañana qué tal se encuentra, usted puede escoger el vocablo mal, alegrar a quienes no le quieren bien y entristecer a quienes le profesan afecto. Tanto uno como otro efecto son profundamente dolorosos.

De entre la enorme tonalidad de risas, desde la estúpida estentórea hasta la natural, elija la no forzada. Retroceda hacia su niñez, porque en tal edad soltamos 200 carcajadas de media por la veintena ruin de los adultos. Acuérdese que el primer domingo de mayo es el Día Mundial por la ocurrencia del doctor Madán Kataria y su Yoga de la Risa, pero ante todo piense que está mejorando su salud mental y física, que la serotonina -la hormona de la felicidad- se dispara, que previene los accidentes vasculares, que quema calorías... ¡Y qué carajos! Que se pone el mundo por montera y deja en la alforja de atrás a los cretinos y los cenizos. El humor nos hará libres.