Opinión
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  • Diario del Altoaragón

Lecina, los buenos réditos de preservar el patrimonio

La Carrasca, con las propietarias del terreno delante.
La Carrasca, con las propietarias del terreno delante.
Rafael Gobantes

LA ASOCIACIÓN BOSQUES Sin Fronteras entregó ayer el diploma de Árbol Europeo de 2021 a la Carrasca de Lecina, obviamente representada por su ayuntamiento y por las propietarias del espacio en el que se eleva este fastuoso ejemplar, las hermanas Arasanz. Más allá de las bellotas, la encina arroja ya sus frutos metafóricos con la atracción de multitud de visitantes seducidas por el magnetismo de disfrutar y fotografiarse (en los tiempos actuales, forma parte de la experiencia emocional tanto como la admiración en vivo y en directo) con este colosal monumento natural.

Un árbol con centenares de años arraigado a la tierra representa una cantidad de significados que se incorporan al patrimonio inmemorial de un territorio. Por un lado, la capacidad de resistir en medio de un clima extremo. Segundo, las tentaciones razonables del derribo en tiempos en los que no existe la conciencia medioambiental de hoy en día para preservar elementos singulares de nuestra naturaleza. Tercero, la ubicación en el medio rural más castigado por la despoblación. Cuarto, la cantidad de leyendas y de pequeñas intrahistorias que han visto y escuchado la corteza, el tronco, las ramas y las hojas de la milenaria carrasca.

Todas estas connotaciones riegan de vida y de diferenciación la Carrasca de Lecina y tantos árboles que pueblan la provincia con mayor masa forestal cuantificable de España. Y, de paso, nos ofrecen lecciones que asoman a las páginas de periódicos y a las guías, que inundan las televisiones y las radios, que se gozan en la intimidad del contacto con la naturaleza más exuberante pero a su vez más recoleta. Allí, en Lecina, los puñados de habitantes que en el pueblo han sido elevaron un gran edificio ambiental para solaz de todos. Estamos en deuda con ellos.