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La JOC tiene una palabra sobre el mundo del trabajo

Jóvenes
Jóvenes forman la palabra SAME con motivo de la Semana Mundial por la Educación celebrada recientemente.
Agencia EFE

Los jóvenes de la JOC (Juventud Obrera Cristiana) aprovechamos la festividad del 1º de Mayo, día internacional del trabajador y la trabajadora, para rescatar el sentido de este día y hacernos conscientes de la realidad que la juventud trabajadora vive hoy en día.

Tras un repaso a la historia del 1º de mayo (desde la lucha organizada de grupos de trabajadores que pedían mejores condiciones laborales, a final del siglo XIX), concretamos qué es lo que vemos y vivimos los jóvenes en el mundo del trabajo. Las situaciones y realidades eran diversas, pero todas confluyen en un hecho: la precariedad del trabajo. Muchos de los jóvenes comienzan su vida laboral tras varios años de formación (carreras, másteres, cursos…) que, en teoría, permitirían el acceso a un trabajo digno. Sin embargo, este primer empleo suele ser característico por ser de prácticas, sin sueldo (o con un sueldo muy bajo), paso previo a un contrato más serio, que a veces no llega. La falta de experiencia confluye con la falta de oportunidades para los jóvenes, que muchas veces nos vemos obligados a emigrar a otros países donde sí que podemos encontrar cierta estabilidad. Algunos empleadores se aprovechan de esta falta de experiencia para ofrecer unas condiciones peores. Es la pescadilla que se muerde la cola.

Algo que también observábamos en nuestro entorno es la mentalidad de que hay que tener una carrera universitaria para poder trabajar. Cuanta más formación, mejor. Sin embargo, por mucha formación que tengamos, seguimos sin tener trabajo, y las empresas tampoco invierten en nuestra formación. Esto nos conduce a “esperar”: sea formándonos más, sea aceptando trabajos (a veces más de uno) con unas condiciones precarias que nos permitan tener ciertos ingresos, aunque no siempre nos permitan tener un proyecto de vida independiente.

Otra realidad que analizamos fue cómo la idea y la perspectiva que tenemos del trabajo ha cambiado, se ha distorsionado. El trabajo ha pasado de ser una actividad humana con una función de integración social a una acción como función de ingresos. El trabajo ya no nos define.

Detectamos diversas causas para esta situación: un cambio en las condiciones personales y sociales (especialmente en la pandemia, en la que los jóvenes trabajadores han sido fuertemente azotados por la realidad); existe una divergencia permanente, o estamos sobrecualificados; o por contra los jóvenes tienen una baja cualificación que impide encontrar un trabajo con dignidad; ha habido una progresiva precarización del empleo, cada vez con peores condiciones; el modelo de beneficios de las empresas también ha cambiado, centrándose en la producción económica antes que en el desarrollo de las personas; hay actualmente una tendencia oligopólica de la economía (pocas empresas potentes que acaparan todo el mercado y que, normalmente, ofrecen malas condiciones a los empleadores); y se da un modelo productivo como describe George Ritzer con la McDonalización, esa opción por lo extendido o conocido sin importar la calidad.

Las consecuencias de esta precariedad laboral en los jóvenes son muchas, entre las que destacamos el cambio de perspectiva que tenemos de la actividad del trabajo (que, como hemos dicho, ha pasado de tener una función social a ser una fuente de ingresos), la dificultad de acceder a un trabajo digno, la imposibilidad de tener un proyecto vital independiente (aun teniendo, muchos jóvenes, varios empleos…), la emigración a otros países donde hay más posibilidades o la falta de opciones para desarrollarse de una forma integral en la sociedad que nos rodea.

Desde la JOC, esta realidad sombría está iluminada por el Evangelio de Jesús; también por las palabras del Papa Francisco, con mensajes tan potentes que muchas veces molestan: estar atentos, y acompañar a “los últimos, que serán los primeros”, ser conscientes de todas las personas jóvenes que tenemos a nuestro alrededor en esta situación, para poder darles aliento y hacerles conscientes de la realidad en la que nos movemos, y así poder transformarla. Además, consideramos que la Iglesia tiene un papel importante en este acompañamiento a las personas jóvenes, no solo dando opciones, sino también marcando el camino que tiene como referente a Jesús de Nazaret.

Finalmente, sostenemos la necesidad de recuperar la dignidad de los trabajadores y las trabajadoras, que ha sido deformada, especialmente en los últimos años, al poner el foco en el empleo con unas condiciones lamentables, y no en el trabajo, como la actividad humana para sostener la vida, que ahora, en nuestro caso, pende de un hilo.