Opinión
Por
  • Beatriz Ciria

"Es el futuro"

Tecnologías
El dilema entre las tecnologías y la presencialidad.
Agencia EFE

Todo comenzó cuando de la 2ª planta de múltiples me mandaron a los ordenadores de la Ventanilla Única tres veces a que me hiciera la gestión yo misma. Cuando estaba a punto de hundirme en la indefensión aprendida, otra funcionaria dijo que se había caído la red. Continuó cuando en uno de los múltiples áticos no me podían informar de lo que solicitaba porque quien llevaba el ordenador no estaba ese día, pero que yo sí que podía buscar desde mi casa.

Cuando por fin aprendí que el “vuelva usted mañana” se había convertido en “hágaselo usted misma”, me convencieron de que me bajara una aplicación que realizaba un montón de transacciones bancarias con instantánea rapidez y sin cobrar comisiones. Un uso, una pirula. Cuando me personé en la sucursal bancaria a desfacer el entuerto me oí: “Lo sentimos, pero tiene que realizar la operación desde el cajero de la calle”. “¿Voy a tener que enfrentarme a unos monstruosos chips que juntos forman un trasto del diablo que es más tonto que un pichiglás? Entonces, ustedes, ¿para qué están?” Por lo visto, ya está establecido el protocolo por el que en las sucursales sólo se atienda con cita previa y nunca en transacciones que cada cual pueda hacer, cómodamente, desde su casa. ¿Y si se corta la wifi a mitad de la operación? ¿y si me equivoco con el número de cuenta o cualquier otro número? ¿Quién se responsabiliza? El banco no, por supuesto, llevan muchos años echando balones fuera y eludiendo responsabilidades. “Es el futuro, señora. No es tan difícil, sólo es acostumbrarse”.

Y me vi a mí misma generando electricidad en la cocina de casa con una bici con dinamo al mismo tiempo que plantaba tomates cherry en una maceta y arreglaba una fuga del fregadero: “Hágaselo usted misma. No es difícil”.

“Es el futuro, amiga”. Nuestro futuro, que está escrito ya en los renglones de los billetes que se ahorran, es que los gestores de los bancos, compañías de electricidad, gas, teléfono y cuantas compañías en el mundo sean, junto con los administradores del Estado y cuantas instituciones han creado, crean y crearán nuestros gobernantes, dispongan de nuestro tiempo como si fuera suyo. Trabajamos para todos estos jefes sin que nos hayan pedido permiso sobre si estamos dispuestos a entregarles más tiempo de nuestras vidas y para forro de bota, gratis. Es una jugada redonda, se ahorran un pastón en sueldos, oficinas… y se quitan responsabilidades sobre errores, caídas de redes, cruces de chips y demás lindezas con las que nos honra la informática. Y siempre hallan apóstoles que nos plantan un “no cuesta nada” o un “es muy cómodo hacerlo desde casa…”, o “qué más te da, tampoco es tanto tiempo”…

Pues sepan, seres del futuro, que soy de las consumidoras que no carga el depósito en las estaciones de autoservicio salvo si peligra quedarse tirada; de las que está esperando a que una comercializadora de electricidad de la zona abra una oficina en Huesca para caer a sus plantas cuan sierva fiel; que espera lo mismo de una empresa de telefonía porque está hasta el moño de hablar con máquinas o de que le cuelguen los operadores cuando dice lo que no quieren oír. A las pitonisas y augures que en el mundo son, el futuro está por escribir, y como consumidora considero que será redactado e impreso por aquellas compañías que abran oficinas para solucionar los problemas presencialmente. No está el tiempo para tirarlo.

Profesora de Filosofía del IES Pirámide