Opinión
Por
  • Javier García Antón

Las citas de la estrategia

España 2050
Portada de la estrategia España 2050
S.E.

SI ES PRETENCIOSO de por sí el epígrafe del informe, España 2050, resulta como mínimo arriesgado introducir un documento oficial con ínfulas de oráculo de Delfos con citas, por más que susurren musas y ninfas mientras Apolo toca la lira. La primera, de Séneca, sentencia que ningún viento será bueno para quien no sabe a qué puerto se encamina. La segunda, de Unamuno, invita a ser más padres de nuestro porvenir que hijos de nuestro pasado. Una descontextualización del vasco puede semejar cierta incoherencia en el pensamiento, una desconexión del novelista vasco que no es tal. De ahí la injusticia de extraer una frase que, en sí y en versión incontrovertible, haría escandalizar a Stefan Zweig en “El mundo de ayer”, cuando atribuía a nuestros progenitores una fe en el progreso rápido y duradero de la humanidad bajo una “ilusión magnífica y noble, mucho más humana y fecunda que las consignas de hoy”. Era 1941.

Está bien que los gobiernos se preocupen por la estrategia, sabiendo que, a 30 años vista, es imposible vaticinar en el vértigo ultratecnológico. De hecho, inquietan tanto las predicciones del gobierno de Sánchez como las de la Universidad de la Singularidad, que estima para 2045 un empleo tan sólo del 30 % de los ciudadanos del mundo y un dominio tal de la nanotecnología o la robótica que quizás una parte de nosotros sea “cyborg”. Menos trabajo, más impuestos, restricciones en la alimentación, reducciones de la movilidad, incremento de impuestos, elevación de la edad de jubilación en el país con más paro juvenil de Europa... Es probable que a alguien le guste el escenario, pero quizás sea mejor coger lecciones del legado recibido para planificar. Y hasta cambiar las citas.