Opinión
Por
  • Javier García Antón

El inspector gracioso

La hostelería, siempre en el punto de mira.
La hostelería, siempre en el punto de mira.
Pablo Segura

ALGUNOS hosteleros están que se parten y se mondan de risa. No es para menos. A la espera de que llegue la tercera oleada de ayudas, la mayor parte de ellos expectantes para saber si la primera y la segunda existe para ellos, durante esta semana han recibido la visita de algunos inspectores de trabajo. Y, claro, dentro de todo colectivo, siempre está el chistoso, el ocurrente, el creativo. Vamos, como diría un antiguo jefe mío, el que tiene la gracia en salva sea la parte delantera.

Me cuentan, y me fío de su palabra, que como toda providencia tras constatar la nómina de empleados espetó con esa sonrisa sardónica que tan bien dibujan esos funcionarios que nos entran a través de los ojos hasta el alma porque, preventivamente, ya saben que ocultamos algo:“¡Hum! Ahora tienen la mitad de trabajadores que hace dos años”. Lo imagino acariciándose la barbilla, supongo que ahora será la mascarilla, imaginando dónde está la trampa. Eso sí que es felicidad, un tipo que no se ha enterado de que estamos en pandemia y la hostelería ha visto mermados sus ingresos de manera descomunal. Hasta los huesos..

Por aquello del principio de autoridad, que algunos aplican peor que el VAR al Huesca, requirió entrevistar a solas al cocinero. Lo miró de arriba abajo, le preguntó su horario, y atacó: “¿No estarás haciendo más jornada de la que tienes firmada?”. El buen zagal, ajeno a la sutileza del inspector, le aseguró que, en todo caso, en este escenario, hacía menos de las que le pagaban.

Ese gran profesional que anida a orillas del Ebro dio con la solución y a la propietaria -autónoma, con cajas raquíticas, sacrificada- le dio unos días para que presente toda la documentación. En ello debe estar este finde. Un inspector de “Vuelva usted mañana”. O no. Un necio.