Opinión
Por
  • Javier García Antón

La rebeldía de la risa

risa
Hay que explotar más las virtudes de la risa.
S.E.

SI ALGÚN DÍA... el arte de la risa llegara a ser aceptable... entonces no tendríamos armas para detener la blasfemia, porque apelaría a las fuerzas oscuras de la materia corporal, las que se afirman en el pedo y en el eructo, ¡y entonces el pedo y el eructo se arrogarían el derecho de soplar donde quieran!”. El monólogo del asesino de El nombre de la rosa ante Guillermo de Baskerville desvela que sus atrocidades obedecen al descubrimiento entre los monjes del segundo tratado de la Poética de Aristóteles, el de la comedia, desaparecido de la faz de la tierra.

La risa ha sido tan revolucionaria que estorba a la seriedad, bajo cuyo gesto se cometen todos los atropellos y se potencian todas las desigualdades. Es paradójico que, de la Grecia clásica, apenas han sobrevivido entre los autores de la comedia Aristófanes y Menandro, mientras la tragedia está muchísimo más representada. Asegura Irene Vallejo en su Infinito que los sectores que “han dirigido la sociedad desigual prefieren el lenguaje de la seriedad, porque en la risa más genuina late aún la rebeldía ante la dominación, la autoridad y los rangos”. Palmario reflejo es la metamorfosis de actores (Landa, Fernán Gómez, Leblanc) menospreciados cuando hacían reír, elevados a culto en las postreras interpretaciones dramáticas.

La galaxia indomable de la risa se acerca al precipicio con un riesgo de descalabro. Si apreciamos el rictus en nuestros representantes políticos, económicos y sociales, ha desaparecido el gesto siquiera de la sonrisa, la que definía Víctor Ruiz Iriarte como el idioma universal de las personas inteligentes. Si asoma una mueca de tal característica, más que el anhelo creativo de divertir, se busca ridiculizar. La reconquista del humor franco es urgente e insoslayable.