Opinión
Por
  • Javier García Antón

Orgulloso de lo privado

Cabrero e hijos reabre su renovado supermercado en Huesca.
El personal de supermercados, esencial y heroico en pandemia.
RAFAEL GOBANTES

AL MUTAMÁN sugería a Sidi una dicotomía. Según Yaqub El Tortosí, la fuerza de un rey estriba en las tropas a las que es capaz de pagar una soldada. Pero el monarca esgrimía la otra opción contraria a la del filósofo de su corte: según otros, la fortaleza obedece al apoyo de su pueblo, comerciantes, agricultores y artesanos a los que beneficia el buen gobierno.

Nuestros políticos repiten en bucle el agradecimiento a la sanidad pública, a la educación pública, a los servicios públicos, indispensables para superar la pandemia. Me adhiero. El problema es que su pronunciamiento esconde, desde la ideología, como mínimo un desdén (cuando no menosprecio) del sector privado que, incluso en esas áreas, ha oficiado con un desempeño digno del mismo encomio. En España, según datos de inicios de 2020, había 14 millones de nóminas abonadas por el Estado (de las que 3,2 son a empleados y el resto a pensionistas y parados). Y de las empresas y autónomos emergía el abono mensual a 13,5 millones de ciudadanos en las compañías más 3,1 de los autónomos.

Me parece fenomenal la entrega de los funcionarios y trabajadores públicos, pero estoy profundamente orgulloso de las empresas, de los empresarios y de sus empleados que, en el mar de la zozobra, de la incomprensión, de los ERTE, del magma normativo y de las restricciones, de las incoherencias gubernamentales han nadado contracorriente con abnegación, sacrificios, miedos y responsabilidad. Que han servido al país incluso taponando las carencias administrativas. Que se han desprendido de la comodidad en supermercados, bares, industrias, campos, talleres, obras, oficinas y -sí- periódicos. Y que merecen un homenaje despojado de doctrinarismos. Por justicia.