Opinión
Por
  • Javier García Antón

Sentirse víctimas

Koke Resurrección, jugador de la selección española
Koke Resurrección, jugador de la selección española, ante Suecia
Agencia EFE

NO TE SIENTAS víctima. Es uno de los diez enunciados del Decálogo del Buen Ciudadano de Víctor Lapuente. No representa a la persona fuerte y responsable, aquella que sigue la doctrina estoica e incide en la conducción de su vida en aquellos aspectos y facetas en los que puede influir, que dependen en buena medida de su propia voluntad. No, no implica la sacralización del voluntarismo tan en boga hoy, pero sí representa un repelente de la comodidad que supone acogerse a la fatalidad y a la conjura de ficticios enemigos cuyas sombras nos persiguen. Quizás, dando la vuelta para comprobar el acoso, constatemos que el perfil es el nuestro propio, con sus incongruencias y sus victimismos.

Escuché, tras ese Huesca-Valencia que fue el España-Suecia (¡qué dèjá vu!), a Koke Resurrección increpando ante una pregunta a “la gente” porque no creen en el combinado de Luis Enrique. Es el discurso perfectamente prescindible, inútil, de quienes desean llenar un contenedor en el que depositar los residuos de sus ineficiencias. Ricachones irreflexivos. Es, como explicaba Albert Camus, la necesidad de las malas conciencias de generar la sensación de culpabilidad en la víctima.

En las competiciones deportivas, más allá de que nos puede ayudar a entender su integridad ponernos en la piel del rival para apreciar que la alegría va por barrios, sucede como en la vida: expandir la atmósfera de la confrontación entre las dos partes sustantivas de la competición, el público y los actores, sólo puede derivar en resultados adversos. A la afición, que por algo se le llama respetable, conviene no sólo tolerarla, sino dotarle de argumentos para que refuerce su fe. A partir de ahí, para los artistas es más fácil crear.