Opinión
Por
  • Edgar Abarca Lachén

Centro de Salud de Barbastro: más contenido y menos continente

Edgar Abarca.
Edgar Abarca.
S.E.

Hace tiempo que en Barbastro reclamamos un nuevo centro de salud. La plataforma ciudadana ForoB21 impulsó ese anhelo hace medio año aglutinando a un gran número de personas pese a las limitaciones de la pandemia.

El edificio actual es hermoso, el más antiguo de Aragón, obra del prestigioso García Mercadal, uno de los mejores arquitectos españoles del siglo XX y reformado en parte por otro ilustre: Alejandro Lansac.

Líneas racionales, rodeado por imponentes castaños de indias que lo convierten en un lugar agradable y funcional que no merece estar en cuidados paliativos, desmembrado de sus servicios de pediatría y psiquiatría y con unas prótesis con forma de containers metálicos para apañar los desaguisados pandémicos. Nuestro centro de salud quizás se haya hecho demasiado mayor para contener las exigencias sanitarias actuales pero jamás será viejo para otros usos menos técnicos y más amables.

La piel de un organismo refleja su estado de salud. El color y aspecto de la envolvente, su brillo y también su aseo nos dicen mucho de lo que pasa en su interior. De la actividad de sus órganos y también de sus enfermedades, de sus tumores, de los trombos que impiden la circulación normal de los fluidos. Es entonces, cuando las personas y las actividades que allí se desempeñan están en fase de reanimación, el continente debería pasar a un segundo plano.

El año de pandemia ha supuesto la gota que ha colmado el vaso, el reflejo de la sanidad que tenemos pero que nadie quiere enseñar. Que es incómodo evidenciar. Y la atención primaria, baluarte, dique de contención y puerta de entrada a eso que se empeñan en llamar el mejor sistema sanitario del mundo, es el perfecto ejemplo de esa criatura aplaudida en los balcones, maltratada en los despachos y que entre todos estamos haciendo insostenible.

Las reclamaciones que viene haciendo atención primaria no son precisamente de ayer. Hace muchos años que se denuncia la falta de médicos y enfermeras, la carencia de medios materiales que la recuperación de la crisis económica pasada dejó en el olvido, un sistema MIR que no cubre plazas por no hablar del agravio comparativo salarial con nuestros vecinos franceses o alemanes y que simplemente invita a huir.

En ciencia no suele haber casualidades, ni tampoco mala suerte, por mucho que la propaganda se empeñe. La preparación y la eficiencia depende de dotar de recursos y de una capacidad de gestión que estos 15 meses han evidenciado no existía y que ha sido suplida por el esfuerzo y la profesionalidad de unos sanitarios exhaustos a los que poco más podemos exigir.

Cubrirse con bolsas de basura, hacer inaccesibles los ambulatorios a la ciudadanía con cierres masivos, despedir a los sanitarios por WhatsApp (y sus otros usos), atender a las residencias de ancianos y lo que eso ha implicado, vacunar donde se pueda y no tanto donde se deba, el indecente número de profesionales contagiados, un “Plan de Recuperación y Resiliencia” donde la sanidad ocupa el penúltimo lugar así como los planes Escrivá de turno para no promocionar y despreciar la veteranía, imprescindible y rentable hoy más que nunca, no hacen sino indicarnos que el panorama es desolador.

Sin duda en Barbastro necesitamos un nuevo centro de salud que acoja los requisitos de la medicina moderna, que sea capaz de hacer frente a los retos sanitarios que están por llegar, que aproxime de nuevo al enfermo, pero sobre todo que sea continente de recursos, potenciador de capacidades y promulgador de la máxima calidad. Más nos vale.

Farmacéutico. Profesor e investigador en la Universidad San Jorge