Opinión
Por
  • Javier García Antón

Víctimas líquidas

Homenaje a las Víctimas del Terrorismo de ayer en la plaza de San Antonio de Huesca
Homenaje a las Víctimas del Terrorismo de ayer en la plaza de San Antonio de Huesca
Pablo Segura

ESCUCHO a Maite Araluce, presidenta de la Asociación Víctimas del Terrorismo. Se sienten líquidas ante la iniquidad. Cada viernes, un acercamiento de presos etarras hacia sus lugares de origen, recurrentemente escenas de sus crímenes. A los atormentados allegados a los asesinados, mutilados, raptados, extorsionados, se les comunica el acecho del depredador. Más del 80 % de ellos precisa instantáneamente el servicio del psicólogo, mientras el verdugo es aclamado por las hienas de sus pueblos, excitadas por la sangre que huele. Concluye con una anécdota con el presidente del Gobierno, inaccesible para ellos. Le abordó al terminar la parafernalia de la hipócrita destrucción de armas etarras. Las que sembraron de muertos y de oscuridad las vidas de los suyos. Le expresó el deseo de atención. El presidente volvió la cara.

El cielo mental se nubla con la tristeza aunque los rayos iluminan el discernimiento. Voy a la concentración del Día de las Víctimas del Terrorismo (61 años desde que abatieron al bebé Begoña Urroz). Al Ayuntamiento, parece ser, se le ha pasado la fecha. Apenas un puñado de dirigentes del PP y ciudadanos. “Manos blancas que ahuyentan el olvido. Palmas por la dignidad del recuerdo. Espíritu de justicia. Huesca, con las víctimas del terrorismo”. Jamás escribiré nada mejor, jamás elegirán mejor entre aquellas palabras Ana Alós y Antonia Alcalá. El monumento de 2014 está hecho unos zorros. Chorretones de cubata, restos de una pegatina al lado del vocablo “justicia”. La jardinera yerma. Una metáfora. Mientras los malvados vuelven a enraizar, algunos se empeñan en secar la dignidad de las víctimas. Sin resarcimiento, sólo queda desear verdad. Las manos blancas reflejan y retratan. Tiempos lóbregos y líquidos.