Opinión
Por
  • Javier García Antón

Las migajas en la mesa

La nieve tiñe de blanco las estaciones de esquí del Pirineo de Huesca
Estaciones de esquí del Pirineo de Huesca
G. A.

NARRA el cuento de los hermanos Grimm que la señora de la casa se ausentó y el campesino que cuidaba de las tierras alentó a los perros para que aprovecharan que en la mesa habían quedado migajas de toda la comida. Las mascotas se negaban ante la insistencia rebelde del aldeano, que les atizaba con el discurso de la mala nutrición que les propiciaba la dueña. Sucumbieron a la tentación -y al hambre- y les sorprendió el látigo certero de la mujer, centelleante en el castigo. En la retirada prudente, los canes reprochaban al inspirador que, como toda providencia, les recriminó que era lo que vaticinaban.

Algo similar ha sucedido con los Juegos Olímpicos de Invierno 2030 y la candidatura Pirineus-Barcelona que, solícito como es el presidente Sánchez con el Aragonès de la tilde invertida, apoya el Gobierno central. El presidente de la tilde convencional, Javier Lambán, ha rechazado con buen criterio la opción conjunta que hace un tiempo le fue ofrecida con apenas una subsede en Zaragoza y el monopolio pirenaico para Cataluña. Vamos, lo que vienen a ser las migajas.

No estoy muy seguro de la estrategia de Pedro Sánchez, al que me temo que no le quitará el sueño la incomparecencia de Aragón en la tal aspiración envenenada, sobre todo ahora que ya no tiene el “insomnio Iglesias”, pero tampoco conviene perder excesivamente el tiempo porque, aunque el látigo presidencial es lacerante (que se lo pregunten a Susana la sureña), me parece harto difícil un entusiasmo singular en el asunto. Valdrá más guardar fuerzas para asaltar otras despensas cuando la voracidad independentista desequilibre la financiación de autonomías como Aragón. Que no nos dejen en los huesos.