Opinión
Por
  • Javier García Antón

Operación Camarón

La actuación del portero español fue clave para pasar la ronda.
Celebración de los españoles tras ganar a Suiza.
Alexander Hassenstein/EFE

"BUSQUETS a Pedri, Pedri a Koke... No se pueden perder Operación Camarón, la historia de un policía con aspecto de pringado con una misión, la de desarticular una trama de narcotráfico. Ataca por la banda Ferrán, cede a Morata, que retrasa. ¡Vamos! El portero se ha descoordinado un poquito. Esta noche, La Ley del Diablo, intriga, misterio...” Las retransmisiones de la Eurocopa, más allá de consideraciones sobre la oportunidad o inoportunidad de los comentarios, sobre la profundidad cuestionable de los análisis, nos dejan ejemplos de publicidad zafia que, otrora, hubiera sido sancionable. No, obviamente, en tiempos de democracia, donde la Ley General de 1988 adaptó el marco a la modernidad que, por cierto, no se ha renovado a pesar de que el panorama mediático se parece como un huevo a una castaña.

En medio de la oprobiosa, cuando los medios audiovisuales eran más o menos recientes, los locutores tenían prohibido poner voz a la publicidad. Albergaba un sentido: defender al consumidor del engaño que puede producir una persona acrisolada por su credibilidad en una materia en la que no necesariamente está recubierta del barniz de la autoridad que da el conocimiento de una materia. Sucede lo mismo que cuando un artista opina de política o un político pretende influir en los ciudadanos sobre fútbol, economía o ciencia. No hay pruebas de que su consideración valga más que la suya, querido lector, o la mía.

El ministro Garzón, quizás para no darse un atracón de trabajo, perfila su normativa sobre la publicidad en el juego (insuficiente, por cierto) y olvida que los consumidores pueden verse perjudicados en la práctica totalidad de la información comercial. Que es, stricto sensu, la definición de la publicidad.