Opinión
Por
  • Javier García Antón

Recuperar la sonrisa

La amabilidad, un acto de valentía
La amabilidad, un acto de valentía
S.E.

SI YO hubiera querido que me entendieras, me hubiera explicado mucho mejor”. Es la respuesta de Johann Cruyff a un periodista. Se hizo tan viral como entre los amigos la contestación que mi añorado Antonio Torres espetó ante la insistencia del locutor con la misma cuestión: “Sus oyentes son inteligentes y estoy seguro de que a la primera me han comprendido perfectamente”.

La inteligibilidad de los mensajes depende del emisor y del receptor. Incluso del contexto. Influyen la capacidad de raciocinio pero también las emociones y la atmósfera. Por eso, cuando hace un año el presidente arengó con su “A consumir”, revestido de la autoridad que debiera dar el conocimiento, todos nos lanzamos al turismo, la hostelería y el comercio. Y este año la ministra de Sanidad exhortó, exultante, “a recuperar la sonrisa”. Shakespeare fue muy gráfico: es más fácil conseguir lo que se desea con una sonrisa que con la punta de la espada. El problema es cuando el interlocutor ha pasado de apretar los dientes y enfrentarse a la prueba de su vida que es la Evau o la Ebau, selectividad en román paladino. La tentación, entonces, acaba de doblar la esquina.

De ahí la alusión a Cruyff. No tengo claro que los eslóganes, epítomes de simplificación y de simplicidad, sean efectivos si no van acompañados de una argumentación rigurosa y segmentada. Sin restar un ápice de responsabilidad a los actos de los jóvenes, tampoco estaría de más el análisis de nuestras decisiones: por qué dar rienda suelta en un ambiente de euforia, por qué la euforia se vehiculiza con el alcohol, por qué la prevención no se usa para actuar en el peor escenario deseando el mejor... La sonrisa culmina en los ojos, no en la boca. ¡Es la observación, estúpidos!