Opinión
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  • Diario del Altoaragón

La complejidad de tomar decisiones

Numerosos jóvenes se han realizado el análisis.
Numerosos jóvenes se han realizado el análisis.
Pablo Segura

DIRIGIR una barca en un estanque plácido apenas tiene más mérito que el de dejarse llevar por las aguas y disfrutar de la plenitud del momento. Estar al timón y en la decisión cuando las aguas están bravas o la marea aprieta la adrenalina acrecienta la dificultad y la virtud, y ahí es donde se distinguen los buenos gobernantes de la embarcación. Aquellos que, precisamente, han sido elegidos para estos cometidos porque se les supone pericia, inteligencia y determinación frente a una tripulación gregaria, que no pasiva.

La gestión de la pandemia es una de esas situaciones en las que un vendaval metafórico pone a prueba la capacidad de guiar a todos hacia una navegación más agradable con la que llegar a destino. Enfrentados a circunstancias desconocidas, imprevisibles y enormemente virulentas, las autoridades han tenido que apostar en muchas ocasiones por la dinámica prueba-error a la espera de que la ciencia fuera dotando de mecanismos la lucha contra un pequeño virus con una propagación prácticamente imparable. Casi dieciséis meses después, podemos concluir que en aquellas coyunturas en las que los jefes se han desenvuelto con humildad los resultados han sido más positivos, sobre todo cuando han sumado rigor y escucha a los profesionales que, en verdad, han sido los que se han puesto a tirar a babor y estribor, en ocasiones sin reparar en los riesgos para sus propias vidas. Ahora, nos hallamos en otra tesitura en la que los jóvenes, aparentemente los más protegidos por su propia condición, están siendo los más vulnerables al haberse quedado desprovistos de la protección de la que sí disfrutan los mayores. Tras el retroceso porque encallaba la misión, hay que resarcir los daños y retornar a la velocidad de crucero. Nos espera la normalidad.