Opinión
Por
  • Félix Rodríguez Prendes

Hay más ídolos en el mundo que realidades

Dinero incautado a los detenidos, procedente de otro hurto.
El dinero, uno de los ídolos de barro.
G.C.

PODRÍAMOS describir la vida como una sucesión de experiencias: desde que nacemos somos una especie de esponja que va absorbiendo, ya porque la enfrenta, ya porque la asume, una experiencia tras otra. Una de las experiencias más plena es la experiencia religiosa. De igual manera que se describe al hombre como un animal político, en el sentido griego de polis, es decir, un animal necesariamente social, el hombre es el único ser creado que no puede renunciar a ser religioso. La experiencia religiosa para los cristianos parte de la contemplación de la Encarnación y del Misterio Pascual y se basa en la seguridad de la compañía del Espíritu Santo que actúa en nosotros haciéndonos crecer en la fe.

El problema surge cuando esta necesidad religiosa se llena de creaciones idolátricas. En todos los tiempos el hombre ha creado ídolos, pero ahora, yo creo que, más que nunca: llámense políticos, cantantes, artistas o futbolistas, etc. “La idolatría es una especie de superstición, un vicio opuesto a la virtud de la religión que consiste en dar el honor divino a realidades que no son Dios” (Sto. Tomás de Aquino). “Cualquier persona, idea o cosa puede ser revestida por el hombre con el brillo de lo divino y adorada después como su dios” (F. König). Porque el hombre tiene necesidad de absoluto y si rechaza a Dios, pervierte su capacidad de adoración intentando saciar esa necesidad con realidades que no lo son y no lo merecen. Se produce la apostasía cuando la atracción de esos ídolos se vuelve irresistible y hay que estar muy alerta porque, como decía Nietzsche, “hay más ídolos en el mundo que realidades” (El ocaso de los ídolos).

La alianza de Dios con la humanidad está amenazada por las manifestaciones idolátricas que hemos puesto como ejemplos, hay muchas más y pueden resumirse en el dinero, el poder y el sexo, que siendo en sí mismas realidades positivas porque ellas nos permiten crecer como personas, como sociedad y como humanidad, sin embargo eso valores pueden ser exagerados convirtiéndose en adictivos, en ídolos destructivos.

La adición o conversión en idolatría de estas realidades, es un desequilibrio que puede producirse por exceso o por defecto o inacción. El primer caso se combate con el mandamiento principal de la Alianza: “No tendrás otros dioses fuera de mi... porque yo, Yavé, tu Dios, soy un Dios celoso” (Exodo, 20,3) y la inacción es condenada por el Señor: “Siervo malo y perezoso… que te quiten el talento... y a ese siervo inútil ¡Echadlo a las tinieblas de fuera! (Mt. 25, 26).

Hay tres acciones cuya formulación nos suena siempre a positiva, pero que cuando las relacionamos con nuestros ídolos, son nefastas. Estas acciones son: amar, confiar y obedecer. El amor al ídolo es, en realidad, un adulterio espiritual; la consecuencia de depositar la confianza en el ídolo es la pérdida de la confianza en Dios y por último, obedeciendo al ídolo estamos traicionando al Señor.

Nuestra misión es conseguir que esas tres áreas de actuación: poder, dinero y sexo se conviertan en virtudes. La obediencia, la pobreza y la castidad son valores humanos que el Señor nos aconseja practicar y que nos hacen descubrir la quintaesencia del espíritu cristiano: Son los “Consejos evangélicos” que para los religiosos consagrados son los votos.