Opinión
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  • Diario del Altoaragón

Una cierta querencia al enredo

Foto de archivo de terrazas en Huesca.
Foto de archivo de terrazas en Huesca.
Rafael Gobantes

LA DECISIÓN del Tribunal Superior de Justicia de Aragón, que ha conllevado las reacciones contrapuestas del gobierno autonómico y de las organizaciones empresariales de la hostelería, ha venido a demostrar que desde el principio de la pandemia estamos envueltos por una atmósfera “murphyana”, en la que rige la máxima de que todo lo que puede salir mal acaba incluso peor. La famosa tostada con la mantequilla aplastada en el suelo. Y, sin embargo, apelar a una especie de fatalidad insalvable constituye un escapismo de las responsabilidades que nada contribuye a mejorar la situación, más bien al contrario. Se puede esgrimir que los jueces dictan sentencias que son verdaderos disparates en sus consecuencias, y como profesionales falibles que son es probable que en alguna ocasión aislada sea cierto. Pero no empece para que la responsabilidad legislativa y ejecutiva no esté en la mano de los magistrados, sino de los legisladores y los gobernantes que han de establecer el marco sobre el que los togados desenvuelvan su desempeño.

Que a estas alturas de la película, hoy 16 meses justos desde que comenzáramos un penoso y tristísimo confinamiento, nuestro país y nuestra comunidad autónoma vaguen en un inquietante sendero de inseguridades jurídicas no es sino la constatación de que tenemos una gran miopía que nos conduce a una gran torpeza en la resolución de los conflictos y también a la hora de favorecer la actividad. Es probable que este litigio se solvente de una manera aceptable, que todos acaben relativamente satisfechos -autoridades sanitarias y empresarios-, pero la evidencia nos pone ante un espejo más esperpéntico que el del callejón del gato de Valle-Inlán. Y es que la duda es si todo el daño infligido a la sociedad ha sido suficiente para que aprendamos de los errores. No siempre los fracasos son pedagógicos, sobre todo cuando no se reconocen.