Opinión
Por
  • Javier García Antón

Melodías de virtud

El Gobierno compensa con 10 millones a la televisión por el dividendo digital
La televisión en los hospitales, un entretenimiento
S.E.

LA BELLEZA no es una cáscara vacía. Debe envolver la emoción y el sentimiento para que la hagamos nuestra. En su enigma, atrae y enamora para abrazar la perpetuidad. Es triste, como escribió Oscar Wilde, que el talento la trascienda. Son socios. Y tienen causa. Desde hace unas semanas, prácticamente recibo cada día un regalo de Pilar Martín. A través de la mensajería de Facebook, me ha obsequiado con el Tragedy de los Bee Gees, con Franco Battiato, con el chelo de Hauser y el violín de Carolina Campbell interpretando Czardas, con las “flashmob” de la Traviata y Nessun Dorma, con Paul Burton tocando el piano a elefantes maltratados (serenarlos a través de las notas es un prodigio de la naturaleza más íntima), con Scorpions y la orquesta de Glenn Miller, con el niño de 7 años interpretando a AC/DC en La Voz y Juan Pardo. Lo agradezco y lo aprovecho. Me acompañan, por ejemplo, mientras hilo esta columna.

Los amantes de los matices artísticos tienen una peculiar habilidad para escuchar, pero también para ver y para acompasar su bonhomía al sufrimiento ajeno. Esa predisposición procede del amor por el ser humano, del humanismo más sincero y más sencillo.

Ayer, Pilar cambió la orientación. Necesitaba mi concentración para un mensaje desnudo, áspero. El video sintonizaba acordes de la justicia, de la reivindicación: una enfermera recuerda que los pacientes quedan aislados sin posibilidad en muchos casos de acceder al dinero para la televisión en los hospitales. Jornadas de 24 horas. Miedo, tensión, hastío. Puede semejar una reclamación baladí la de la gratuidad televisiva en días de zozobra. Y, sin embargo, es una manifestación de la belleza de la ética. Escuchen, autoridades, el leve susurro de la vara de la virtud.