Opinión
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  • Diario del Altoaragón

El termómetro de las listas de espera

Las listas de espera en Huesca volvieron a empeorar en enero
Las listas de espera en Huesca volvieron a reducirse en junio
D.A.

DE LOS SISTEMAS estratégicos que configuran nuestro Estado, es probable que el educativo sea el único que ha alcanzado un escenario que pudiera semejar a la estabilización. El de los servicios sociales todavía acusa el impacto de la pandemia, terrible para la discapacidad y la dependencia, y el económico está a expensas de la inyección europea para una recuperación que se presume repleta de complejidad y de vicisitudes. El más atacado por las propias características de la crisis, el sanitario, todavía está padeciendo los embates del coronavirus sin haber tenido tiempo de tonificar su músculo funcional, ayuno también de las promesas que llovían hace poco más de un ejercicio sobre la multiplicación de los recursos humanos de forma sostenible.

El sistema sanitario es complejo y, a fecha de hoy, tiene a muchos de sus efectivos agotados por el sobreesfuerzo, además de no pocos que están disfrutando de su derecho vacacional que tan bien se han ganado. No sería justo cargar sobre los profesionales la responsabilidad sobre algunas disfunciones como la que hoy apuntamos, la de la lista de espera que triplica los niveles previos a la covid. El trabajo multidisciplinar, transversal, contribuye a reducir paulatinamente la nómina de altoaragoneses que esperan medio año para ser intervenidos, pero 379 son muchos casos, muchos dolores, muchas incertidumbres, y compete a la planificación rebajar ese guarismo, que es tanto como dotar de confianza y tranquilidad a centenares de pacientes. Pese al brutal repunte, es de esperar que el final del verano traerá la inmunidad y consecuentemente hay que optimizar los rendimientos de las estructuras para la salud de las personas, que quizás sean las que ofrecen las prestaciones más trascendentales al ciudadano.