Opinión
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  • Diario del Altoaragón

El prodigio de las bibliotecas

Cartel del aniversario de la biblioteca municipal de Lanaja
Cartel del aniversario de la biblioteca municipal de Lanaja
S.E.

ENVUELVE en el maravilloso universo de los libros leer los esfuerzos para la creación de las más grandes bibliotecas de la humanidad, la de Alejandría que tan bien expresa Irene Vallejo en El Infinito en un Junco o la de Sevilla que relata Luis Zueco en su Mercader de Libros. Es fascinante el ambiente entre volúmenes viejos o nuevos, que en sus lomos tienen en el submundo del título y el autor el nombre del lector que lo hará suyo, que le acompañará toda la vida lea lo que lea, viva lo que viva, como magistralmente expresaba Ruiz Zafón en La Sombra del Viento. Ese mismo espíritu, no por la copiosidad del índice pero sí por la atmósfera que engendra y las cabezas que alumbra, se expande por las bibliotecas municipales que se nutren de las aportaciones institucionales y de la generosidad privada, muchas veces anónima. Las de Lanaja y Tardienta celebran ahora medio siglo, y recurrentemente asistimos a esa gran fiesta de la cultura que es la onomástica, lo de menos es el guarismo del aniversario, de estos templos.

Mantener y engrandecer las bibliotecas constituye un prodigio y un símbolo. Un prodigio porque es el escenario de encuentro múltiple entre los bibliotecarios -mayoritariamente bibliotecarias-, los lectores y los libros, motores los primeros de la curiosidad de los segundos en esa decisión finalmente libérrima que es la elección. Y todo un símbolo porque, en tiempos líquidos en los que la atención se diluye por los estímulos insanos intelectualmente del abuso de las nuevas tecnologías, coger un tomo, olerlo, ojearlo y, finalmente detenerse con la actitud reverencial que significa bajar la cabeza hacia las páginas que concentran conocimiento, emociones y sensaciones con los que recorrer el mundo sin moverse de la silla es un gran compromiso con la integridad personal y colectiva.