Opinión
Por
  • Javier García Antón

Miguel Ángel Blanco

Homenaje a Miguel Ángel Blanco en Huesca
Homenaje a Miguel Ángel Blanco en Huesca
Verónica Lacasa

LOS DOMINGOS me desayuno con una interesante ‘wasapeo’ con Rubén García. De Down. Currante en una chapistería. Lector. Muy humano. Sin prejuicios Atesora lo mejor de una persona. Y ayer hablamos, por el homenaje vespertino a Miguel Ángel Blanco, en el que tuve el honor y el deber de participar. Rubén tiene la mirada limpia del joven que, aun no habiendo vivido los años de plomo de ETA, amasa cada día la curiosidad por saber, que le otorga además una buena perspectiva. Es muy celoso de nuestros diálogos y no les daré detalles. Comparte algo con el joven de Ermua asesinado vilmente hace 24 años por ETA: una infinita empatía y una gran generosidad. Pero no incurramos en el buenismo que abstiene nuestras responsabilidades: el joven edil del PP fue arrancado de la vida contra su voluntad. Él no la dio, se la segaron brutal e inhumanamente. Y quienes se limitaron a esconderse de la multitud enardecida y con las manos blancas hoy insultan la inteligencia de todo un país pretendiendo impartir lecciones de la democracia que quisieron matar... y las dictan desde la tribuna.

Le explico a Rubén que los dos principales partidos de este país no han entendido su papel de servicio que obliga a discernir lo accesorio de lo trascendental. Que ambos lloraron a muchos propios en los funerales. Y, mientras, como si fuera la parábola del trigo y la cizaña, quienes quieren desintegrar España alientan el enconamiento entre los dos. Y, como en el magnífico El Árbol y las Nueces de Gurruchaga y San Sebastián, retrato del terrorismo que envejece muy, pero que muy bien, los independentistas siguen cosechando frutos de aquellos a los que hoy acercan y otrora fueron exterminadores. Y apenas consuela la oración debida Miguel Ángel.