Opinión
Por
  • FERNANDO JÁUREGUI

Yolanda Díaz, jefa de la oposición

Yolanda Díaz, vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Trabajo y Economía Social
Yolanda Díaz, vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Trabajo y Economía Social
E.P.

La vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, ha elevado su voz para recordarle a Pedro Sánchez, en su atípico viaje a Nueva York, que el Gobierno no está para ayudar a ganar dinero a los fondos, sino para mejorar la vida de la gente. Seguro que al presidente no le ha sentado demasiado bien esta salida de la peculiar responsable de Trabajo, pero que, además, es quien lidera moralmente la izquierda a la izquierda del PSOE. Y que, encima, en las encuestas supera en popularidad a su teórico ‘jefe’ Sánchez: de hecho, Yolanda Díaz es hoy la política con mayor índice de aceptación de España, dentro del suspenso generalizado que la ciudadanía dedica a sus políticos.

Quizá este (relativo) aprecio social hacia Díaz se deba en parte a la percepción de que se ha convertido en la lideresa de la oposición interna a lo que podríamos llamar el ‘sanchismo’. Es difícil predecir cuál será el futuro de esta ‘izquierda a la izquierda del Partido Socialista’. Está muy fragmentada entre Unidas Podemos, mal liderada por la ministra -una herencia que nos dejó Pablo Iglesias- Ione Belarra; Más País, con un Iñigo Errejón algo desdibujado, pero cuya candidata Mónica García ganó al PSOE en Madrid, y formaciones locales entre las que hay que citar a los Comunes de la desprestigiada Ada Colau.

De todos ellos, incluyendo a los dirigentes de Compromís o del Bloque Gallego, la figura que más destaca en esta ‘izquierda a la izquierda’ es la de Yolanda Díaz, que no milita en Podemos y sí en el Partido Comunista que lidera el ahora secretario de Estado Enrique Santiago. ¿Será ella la figura emergente en una hipotética, seguramente inevitable a medio plazo, fusión entre Unidas Podemos y Más País’, con el peligro de ‘sorpasso’ que ello supondría para un PSOE visiblemente desconcertado con Adriana Lastra y Cerdán al frente? ¿Protagonizará ella una ruptura de relaciones, también me parece que previsible, con Belarra e Irene Montero, estas dos últimas las figuras más impopulares, dicen las encuestas, del Consejo de Ministros?

De lo que no cabe duda es de que Díaz es mucho mejor que Pablo Iglesias, incluso para una marcha más homogénea del Ejecutivo, aunque no ceja en sus planteamientos sobre la reforma laboral, el salario mínimo o la reforma fiscal, por mucho que estos planteamientos incomoden a Sánchez en Manhattan y quizá también en La Moncloa. Pero ese es el precio de gobernar en coalición: que hay muchos puntos de vista discrepantes, a veces en cuestiones clave.

Lo que también es cierto es que la ‘oposición interna’ de Díaz -ni Belarra, ni Montero, ni Garzón ni Castells pintan gran cosa en el Ejecutivo- es mucho más razonable, menos personalista, que la que hacía Pablo Iglesias: ella se limita a abordar las parcelas que le corresponden y, además, puede exhibir logros como una bastante buena gestión de los Erte y un ‘pacto social’ con sindicatos y patronal, con todos los escollos y reticencias que se quiera, pero pacto al fin.

Yo diría, en suma, que una de las claves del futuro del Gobierno reside en esta mujer sin duda elegante, de buen talante, que no renuncia a sus planteamientos, quizá algo desfasados en algunas partes, de un comunismo ‘light’, que para nada se relaciona con el que postulan los vecinos portugueses. Creo que hay que seguir con mucha atención a Yolanda Díaz, que no renuncia a llevarse bien con todos, ignorando, me temo, que eso va a ser imposible. Al tiempo.