Opinión
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  • Diario del Altoaragón

El éxito final de los festivales, la vuelta a lo normal

La Machina.
La Machina en Aínsa.
S.E.

LOS FESTIVALES musicales y culturales de la provincia están demostrando una capacidad de adaptación a los tiempos complicados que vivimos realmente asombrosa. Es natural que una lágrima salte al rostro en la remembranza de las cincuenta primeras ediciones del Festival Folklórico de los Pirineos, o en la exuberancia de momento abortada de Pirineos Sur, o en la plenitud del Castillo de Aínsa, del Camino de Santiago, de Nocte, del PIR o de tantos y tantos acontecimientos que dan a este verano, más que una apariencia de realidad, una resistencia de la voluntad. Produce esperanza el retorno del Monegros Desert Festival con un avión que vuela más alto, porque la cultura es más elevada que el alcance de cualquier reactor, que los cohetes de Richard Branson o Jeff Bezos. Tendrían que venir aquí los dos multimillonarios con sus Virgin y Blue Origin para percatarse de lo que es mérito en su versión más auténtica.

Sin embargo, tampoco conviene que hagamos sonar las liras y las arpas para proclamar la excelencia de los modelos ante los que se ha puesto toda la creatividad y el entusiasmo para la supervivencia de una programación cultural líder dentro del panorama nacional e internacional. El verdadero éxito llegará quizás a la vuelta de unos meses, cuando las vacunas y la inmunidad hayan favorecido que la atmósfera que rodee estos eventos en nuestra provincia esté impregnada de su factor sustantivo, que no es otro que el de la presencia humana. Sin los ojos que los ven, los oídos que los escuchan, las bocas que los jalean y los gestos que los refrendan, quedan inconclusos. Y obras maestras vivas como son los festivales oscenses necesitan su integridad para ser unos pletóricos atractivos como destino de visitantes.