Opinión
Por
  • Félix Rodríguez Prendes

La felicidad no está en una vida cómoda

La Biblia.
La Biblia.
S.E.

Hay algo en lo que estamos de acuerdo, yo creo, todos los humanos, todos queremos ser felices. El problema es de rumbo; en la singladura de nuestra vida hemos de saber fijar correctamente el rumbo. La felicidad no está, como nos dice continuamente la publicidad, en tener mejor casa, o en tener otra casa, tener mejor coche, o en tener otro coche, incluso no está en tener una familia, en tener hijos. La felicidad se halla cuando uno se encuentra a sí mismo, cuando uno sabe quien es y por qué está aquí, la felicidad está en quererse y sentirse cómodo con la propia existencia. Pero además necesitamos saber que hay alguien que nos ama y que nos ama completamente. El problema es que para ser amados de manera que nos haga felices, hemos de dejar que nos amen y dejar que nos amen cuando amamos. Dice el primero de los mandamientos: Amarás a Dios sobre todas las cosas. Es una necesidad amar a Dios como El se merece y así recibir el amor sin medida, el amor infinito, el amor que El quiere darnos. ”No hay más amor que el Amor” (Camino. 417). Otra característica del amor, de este amor, es que debe ser constante, no vale cogerlo y dejarlo a conveniencia, no se pueden tomar vacaciones de este amor. Y el conseguirlo solo tiene un secreto. “¿Qué cuál es el secreto de la perseverancia? El Amor -Enamórate y no le dejarás” (Camino 999).

A veces, a lo largo de la vida, cuando se ha vivido mucho, como es mi caso, llega un momento en que crees que lo sabes casi todo, en que consideras que estás de vuelta de todo, en que crees que casi nada puede asombrarte, lo que, como diría Platón, es la manifestación más evidente de la vejez. Y de repente un día descubres que sobre lo que de verdad interesa, sobre lo que debería comportar tu contestación a la pregunta famosa ¿por qué estoy aquí? honradamente uno se contesta que no tiene ni una sola respuesta. Es decir, toda la cabeza llena de cosas, de soluciones para todo, de razonamientos para casi todo y para lo que de verdad debería ser lo importante, nada, como dijo una vez Severo Ochoa, hablando de este asunto: “ …soy un sabio que no sabe nada”. “El deseo de Dios está inscrito en el corazón del hombre, porque el hombre ha sido creado por Dios y para Dios; y Dios no cesa de atraer al hombre hacia sí y solo en Dios encontrará el hombre la verdad y la dicha que no cesa de buscar “ (Catecismo. 27) y así “Se alegra el corazón de los que buscan a Dios” (Salmo 105, 3).

Pues claro que, a lo largo de la vida, se tienen dificultades, se tiene la necesidad de hacer frente a situaciones comprometidas, y no se llega a entender el porqué. Con lo fácil que es comprender que quien ama, exige lo bueno y lo mejor. Quien no ama, no exige, porque no le importa el bien del otro. ¿Qué razón de ser tendrían si no lo mandamientos?. No son un capricho del Señor para con nosotros, sino la exigencia de lo que es bueno para el hombre, para que el hombre sea verdaderamente hombre, un verdadero hombre, un gran hombre. “Los Diez mandamientos enuncian las exigencias del amor de Dios y del prójimo (…) (Catecismo. 2067) y expresamente Jesús se lo dice al joven que le pregunta que qué ha de hacer para entrar en la vida eterna: “Si quieres entrar en la vida eterna, guarda los mandamientos”(Mat. 19, 16).

Dios en su manifestación infinita de amor hacia nosotros está continuamente llamando a nuestra puerta, en esa manifestación de amor exigente. En la mayoría de los casos, cuando no abrimos la puerta a Dios, es porque dentro de casa no hay nadie. Se puede vivir fuera, todo el día haciendo cosas, sin saber qué y porqué se hacen, simplemente es gastar la vida, pero, honradamente hay que reconocer que no se es feliz. Y es que “La felicidad no está en una vida cómoda sino en un corazón enamorado” (Surco. 795), aunque queramos o quieran convencernos de los contrario.