Opinión
Por
  • Enrique Serbeto

El fin de ETA

Primer año sin ETA  entre la indiferencia de los partidos y la sociedad
Comunicado de ETA.
EFE

Algunos ilusos sostienen que ETA ya no existe porque hace diez años anunciaron que dejaban de matar. Por supuesto que existe, lo que pasa es que ahora solo vemos la sección política del conglomerado, que es Bildu. ¿En nombre de quién si no hablaba Otegui cuando pronunció el otro día esas indignantes palabras dirigidas a las víctimas de ETA? Lo que sí ha cambiado es que ya no usan pistolas ni bombas ¿para qué? Una vez que han logrado que nos parezca normal el escenario social que siempre han querido, es decir un País Vasco moralmente intoxicado y sometido al nacionalismo, que recibe con honores a los terroristas que salen de la cárcel, un territorio donde todo se hace -en lo público y en lo privado- para que cualquiera que llegue se sienta inmediatamente aplastado por un ambiente hostil y ajeno al que hay que someterse sin rechistar. Hasta tal punto han asentado sus posiciones que los continuadores de ETA ya se han convertido en alternativa real de Gobierno en el País Vasco. Y tan normal nos parece que esto ya solo les preocupa a los del PNV, porque para ellos representan la única posibilidad de perder el poder que tan cómodamente detentan. El resto de la grada política de toda España ya da por descontado, con la misma naturalidad con la que en otros lados se ha aceptado la entrega del poder a los talibanes afganos, que esta gente gobernará en Euskadi y a muchos hasta les parecerá un avance democrático. Y si no lo han logrado hasta ahora es simplemente porque algunas experiencias reales de verlos administrar cosas como el Ayuntamiento de San Sebastián fueron tan desastrosas que han dejado escarmentados hasta a muchos votantes de esos que se las dan de ser más vascos que nadie.

Lo que queda de todas aquellas décadas de lágrimas y dolor, de aquellos tiempos en los que los terroristas señalaban y asesinaban a personas inocentes porque no se sometían a sus ideas, ya es prácticamente el vacío. Los jóvenes no tienen ni idea mientras que los vascos que entonces no se atrevían a decir nada y ahora sienten el alivio de saber que ETA ya no mata han sido los primeros en intentar sepultar cuanto antes ese recuerdo y así no tener que asumir que algún día podrían sentirse culpables de haber mirado a otro lado para que no les salpicase la sangre de sus vecinos asesinados. Hay paz, sí. Pero esa paz la administra el mismo ambiente de nacionalismo asfixiante que no permite una situación de normalidad y por supuesto un ciudadano honesto ya no puede pasear tranquilo con una camiseta de la selección española (ni la selección jugar allí) o votar a un partido que no sea vasco, vasco. Lo reitero dos veces como si pudiera ser una alusión irónica porque allí ya solo quedan dos opciones: o nacionalistas-chantajistas profesionales como el PNV o nacionalistas-chantajistas del monte, como los etarras de Bildu. Pensaba haber seguido la ironía en otra visión más esperanzadora, diciendo que en realidad las dos opciones también podrían ser entre el campo nacionalista y el de la sociedad igualitaria, constitucional y libre. Por desgracia, de los que se supone que debían defender esto, apenas quedaba el PSOE pero la realidad es que también está desapareciendo bajo la marea totalitaria del nacionalismo y se diría que con bastante regocijo por parte de esa parte del socialismo que siempre ha pensado que el nacionalismo era una cosa de izquierdas con la que en el fondo tienen muchas cosas en común.

Y para colmo de males, el Gobierno de Pedro Sánchez es ahora mismo el principal colaborador de esta dinámica, con gestos como la escenografía obscena de estos días, sobre todo el intercambio de mensajes pactados tipo “yo te doy la reforma laboral en el programa del partido y tu me haces una declaración de disculpas, pero yo diré que no es suficiente y luego hablaremos de los presos y los presupuestos”. Todos los episodios en los que aparece Arnaldo Otegui como el machote, el “morrosko” que solo con mirarlo hace temblar al presidente español, sirven para aumentar su reputación entre todos los que beben del charco político nacionalista y miran esto con la misma frivolidad que un videojuego pero que serán los votantes futuros. Todo lo que queda del Estado en el País Vasco está desapareciendo. Otegui ya ha revelado que lo que necesitan es seguir chantajeando a este Gobierno esta legislatura y la siguiente, tiempo suficiente para llegar ellos al poder y desde allí formar una alianza con los independentistas catalanes y los que entonces haya en Asturias o en Teruel, que tal como van las cosas ya no se puede descartar, para alcanzar su objetivo último. Y entonces, sin más obstáculos, dirán que ETA dejó las armas hace 15 años y que ellos son unos demócratas tan limpios que no se les puede reprochar ni que llenen el callejero con los nombres de los asesinos que ellos contribuyeron a sacar de la cárcel.