Opinión
Por
  • Félix Rodríguez Prende

La vida eterna, ¿Don o carga?

Día de Todos los Santos en el cementerio de Huesca
Día de Todos los Santos en el cementerio de Huesca
PABLO SEGURA

A VECES es bueno hacer un alto en el camino cada día. Lo tenemos todo organizado y los días van pasando. Somos felices porque todo se va haciendo bien, pero en ese alto en el camino, a veces surgen reflexiones que nos hacen plantearnos otras cosas ¿Qué significa la vida eterna para mí?¿Es una esperanza que puede orientar la brújula en la vida o ha quedado reducido al concepto de una mera información?¿Y que interpreto yo de vida eterna con lo que comporta de resurrección?¿Me quedo en la literalidad del término “Vida Eterna? Benedicto XVI decía que puede ser una causa de alejamiento de la Iglesia precisamente la promesa de vida eterna, sin más explicación. Nadie quiere vivir eternamente, visto desde las coordenadas de la vida actual y tomándola como ejemplo, vivir eternamente sería más una condena que un don. San Ambrosio lo tiene claro: “La inmortalidad es una carga más que un bien si no la ilumina la gracia”. Por otra parte, en nuestra sociedad hablar de la muerte está mal visto, se considera una inconveniencia. Una especie de derrota en una sociedad que es capaz de todo. Cuando lo cierto es que “la muerte es un enfermedad mortal que contraemos al nacer”.

Para el cristianismo, sin embargo, la muerte no es ya este fúnebre episodio de la vida, sino que a la luz del Evangelio, la muerte no es otra cosa que el ingreso en la vida, en la Vida de Cristo resucitado y es una vida real, personal, luminosa y gozosa. Visto así, la muerte no puede matar a nadie, solo sería un breve sueño, necesario para despertarnos en la vida eterna. Benedicto XVI, en uno de sus primeros Angelus, se refería a la muerte en estos términos: ”La muerte ya no existirá. Tu muerte, tu morirás”.

La vida eterna, según algunas encuestas que se han hecho recientemente, es entendida por la mayoría de los cristianos, como la inmortalidad del alma, dudando seriamente sobre la resurrección final de los cuerpos. Incluso hay quien concibe la vida eterna como reencarnación, considerando esta reencarnación como una posibilidad más de purificación del ser humano. Realmente somos un país de misión. Ya el Vaticano II salía al paso de esta posición diciendo en Lumen Gentium 48 que dos son los motivos por los que la Iglesia rechaza la reencarnación: 1º.- porque cada persona es única, irrepetible y querida por Dios en su integridad de alma y cuerpo. 2º.- Sale al paso de la posibilidad de una nueva purificación; esto sería terrible porque dejaría reposar en el hombre enteramente la responsabilidad de la salvación. Sería cerrar el camino a Quien es el Camino, la Ver4dad y la Vida.

A esta incultura religiosa, acerca de la vida eterna, hemos de contestar diciendo que la vida eterna es una nueva cualidad de la existencia “plenamente inmersa en el amor de Dios, el cual, liberándonos del mal y de la muerte, nos pone en comunión sin fin con todos los hermanos que participan en el mismo amor” (Benedicto XVI.; en el mismo Angelus). Cuando nos referimos en el Credo a la resurrección de la carne estamos afirmando que nuestro estado definitivo, después de la escatología final, no se reducirá solo al alma separada del cuerpo, sino que, no sabemos cómo, también nuestros cuerpos mortales cobrarán vida ese día. Es decir que la separación del alma y el cuerpo en el momento de la muerte terrenal, es algo transitorio. ”Los que hayan hecho el bien resucitarán para la vida y los que hayan hecho el mal, para la condenación (Jn. 5, 29).