Piscina Almériz: de entendederas y voluntad de escucha

A MEDIADOS del pasado mes de octubre, el responsable político del Patronato y concejal de Hacienda, José María Romance, haciéndose eco de un amplio escrito razonado que le hicimos llegar desde la Asociación de Usuarias y Usuarios de la Oiscina Almériz, respondió con otro de apenas diez líneas en el que se afirmaba: “después de haber estudiado dicha solicitud (…) se han buscado todo tipo de soluciones pero ninguna está al alcance de los recursos económicos y humanos del Patronato sin perjudicar el funcionamiento de otras instalaciones en épocas de mayor demanda de usos (…) entendemos su reivindicación, pero lamentablemente hay que repartir y priorizar el esfuerzo y los medios disponibles entre todas las actividades e instalaciones que son muchas”. Por su parte, el 22 de noviembre, el alcalde Luis Felipe, se refirió al tema -por primer vez y tras un mes de protestas en la calle- y declaró ante periodistas de Heraldo de Aragón: “Entiendo una parte de la reivindicación que se plantea y vamos a estudiar si puede atenderse este año (…) Ya me gustaría no tener limitaciones en los servicios municipales, pero es una cuestión de difícil solución porque al fin y al cabo hay que destinar los recursos humanos y económicos y priorizar actividades”.
A primera vista el discurso de ambos es coincidente, pero si nos fijamos con detenimiento hay un matiz importante. Romance afirma haber estudiado y entendido la reivindicación; Felipe sostiene haber entendido “una parte” de la misma y que se dispone a estudiar…, aunque no desvele qué “parte” de la reivindicación va a ser objeto de tan atento escrutinio. En todo caso, la claridad del mensaje del concejal de Hacienda, contrasta con la inquietante oscuridad exhibida por el primer edil. Ignoramos, aunque algo maliciamos, a dónde conducirá esa mirada fraccionadora del problema pero, de momento, dejémoslo ahí; estudiando.
En lo que sí parecen coincidir ambos es en el hecho, por otra parte incontrovertible, de que los recursos son limitados y que, en consecuencia, hay que repartirlos con criterio -es sintomático que ambos empleen el término “priorizar” pero no expliquen el criterio que vienen usando para dar “prioridad” a unos servicios municipales sobre otros-. Un asunto, el del criterio, donde reside el quid de esta y de muchas otras cuestiones de la vida municipal, por cierto, cuando de presupuestos “participativos” se habla. También hay coincidencia en la cuestión de los “recursos humanos” -¿recuerdan aquello de que “la mies es mucha y los obreros pocos”?; recomendaría a los susodichos la lectura del pasaje bíblico completo (Lucas, 10, 1-12) y comprobarán que la solución a este problema no precisa de intervención divina, está al alcance de cualquier mortal-.
Pero hay más. Si recapacitan en el argumento de fondo (que no de peso) que estos munícipes utilizan para presentar como una cuestión de “difícil solución” la apertura de la piscina Almériz en el mes de julio, es posible que les asalte la misma duda que a mí. ¿Cómo se puede afirmar que no es posible abrir la piscina en julio “sin perjudicar el funcionamiento de otras instalaciones en épocas de mayor demanda de usos”, en clara referencia a las piscinas de verano al aire libre? Hablando de servicios públicos municipales, ¿Cómo puede afirmar un gestor público que atender una necesidad de la ciudadanía le impide atender otra que, como en este caso, es, además, complementaria? ¿Se imaginan que el Hospital San Jorge anunciara el cese temporal del servicio de anestesiología para que pueda funcionar un nuevo quirófano; que se nos dijera que para atender las instalaciones de un nuevo colegio público el Ayuntamiento se ve obligado a cerrar una biblioteca municipal o a dejar de ocuparse de los jardines públicos y del cuidado de sus parques? Vale.
Estudiar es una gran cosa; es una herramienta que ejercita el entendimiento y el magín para alcanzar a comprender algo y atisbar soluciones a los problemas. Han hecho falta más de treinta días y cuatro concentraciones ciudadanas para conseguir que el señor alcalde se ponga a la faena. Bien está. Pero conviene no olvidar, señores Romance y Felipe, que nosotros tenemos el problema y ustedes tienen la solución. Por lo tanto, convendría que aprendiesen a conjugar el ejercicio de sus entendederas con la voluntad de escuchar; es el abecé de la democracia representativa. No pierdan de vista que no nos concentramos todos los miércoles en la calle ni por gusto ni por afición, sino porque sentimos que nuestras razones no sólo no han sido atendidas sino que siguen sin ser entendidas ni por el Patronato ni por nuestros representantes políticos. Nunca es tarde para rectificar, porque, como siempre hemos dicho, se trata única y exclusivamente de una cuestión de voluntad política y responsabilidad social.