Opinión
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  • Diario del Altoaragón

La trufa negra

Expositores en la Plaza Mayor de Graus.
Expositores en la Plaza Mayor de Graus.
Elena Fortuño

LA TRUFA negra se ha convertido ya en un motor de desarrollo del Alto Aragón, tal y como quedó ayer patente en la celebración de la feria de Graus, que no solo se centró en la venta del producto en sí, sino que congregó a muchos otros sectores o actividades relacionadas. Desde que en el año 2002 la Diputación Provincial de Huesca comenzara a dar ayudas para su cultivo, se ha pasado de 10 a 1.700 hectáreas en la provincia. Un dato que evidencia el crecimiento y la importancia que está adquiriendo un producto de gran calidad que se exporta en su mayor parte.

Para algunos truficultores es un complemento a otra actividad, que en muchas ocasiones es clave para facilitar el mantenimiento de la vida en el medio rural, mientras que para otros se ha convertido ya en su actividad principal. Sea como sea, la trufa permite la puesta en cultivo de nuevo de algunas tierras y el desarrollo de zonas como Ribagorza, comarca con mayor tradición, a la que se han sumado otras, como Jacetania, donde no había costumbre.

El sector se ha afianzado mucho en estos últimos años, pero aún le queda mucho camino por recorrer o, más bien, el más corto: el salto del suelo altoaragonés a nuestra mesa. Aragón es el primer productor de trufa de Europa, sin embargo, falta costumbre de introducir el producto en los platos domésticos. Aunque los precios asusten, realmente es necesaria muy poca cantidad para dar el toque de sabor.

Ahora, los productores de toda la comunidad se han reunido ahora para crear la marca Trufa d’Aragón con el objetivo de dar a conocer el producto y que el reconocimiento que ya tiene en el exterior se traduzca en un nombre propio. Hay que aprovechar su calidad para vender nuestro territorio.