Opinión
Por
  • Enrique Serbeto

El recibo de la luz del presidente

El presidente Pedro Sánchez.
El presidente Pedro Sánchez.
EFE

De todos los desatinos que le he visto hacer al presidente Pedro Sánchez, este lío en el que se ha metido él solo al prometer que este año pagaremos más o menos lo mismo en el recibo eléctrico que hace dos años es para mí el más incomprensible. En realidad es un pulso que no puede ganar porque no depende de él, sino de los mercados mundiales de la energía que están viviendo unas tensiones desconocidas frente a las que no puede intervenir nadie salvo tal vez China y me cuesta entender la razón por la que se empeña en meterse en camisa de once varas, con fullerías incluidas, cuando lo más sencillo para él sería hacer lo que nos tiene acostumbrados, es decir, olvidarse de lo que dijo o de lo que Diego y a otra cosa mariposa. O incluso decir la verdad y explicar que esto es algo que está sucediendo en todos los países, en vez de seguir adelante por el único camino que le queda que es el de hacer trampas.

Acuérdense de lo poco que le costó archivar eso de que no podría dormir tranquilo si pactaba con Podemos, que no haría jamás tratos con Bildu, o que estaba dispuesto a hacer cumplir la Constitución “de pé a pá”, por no citar más que las trapacerías más estridentes. También juró y firmó negro sobre blanco que “derogaría” la reforma laboral de 2013 y lleva un año presumiendo de lo bien que funciona sin despeinarse, mientras su vicepresidenta del ramo y lideresa emergente de peluquería, Yolanda Díaz, sigue dando vueltas a la noria de las contradicciones diciendo que negocia con los empresarios. Nadie le exigía que prometiese mantener el precio de la electricidad. Claro, cuando estaba en la oposición se le ocurrió pedir la dimisión de Rajoy porque la luz había subido un poco, pero en estos momentos, no tenía necesidad de embarrarse personalmente en una batalla imposible. El precio de la electricidad ha subido porque la pandemia, que no estaba prevista, ha provocado primero un parón y después un rebote formidable, que tampoco estaba previsto, y que ha coincidido con la decisión del régimen chino de abandonar el uso del carbón para evitar seguir envenenando a su población, para lo que necesita acaparar todo el gas del planeta. Si acaso, el Gobierno ha pecado -y eso no es poca cosa- de falta de visión con el tema de Argelia y sus tensiones con Marruecos que por otro lado nos van a estallar en la cara tarde o temprano, pero eso es cosa aparte que merecerá un análisis otro día. Lo del precio del gas escapa del control de casi todos los gobiernos del mundo y el modo en como esto repercute en el precio de la electricidad viene dado por el mecanismo de mercado que se pactó (España también) en la Unión Europea para acelerar la instalación de las tecnologías renovables, que son las únicas que resolverán el problema porque acabarán con la dependencia nefasta de los hidrocarburos que vienen de países poco fiables.

Fíjense si tiene claro que va a hacer trampas, que Sánchez se ha librado muy mucho de decir qué pasará si resulta que pierde esta apuesta personalísima porque ya ha decidido que se va a inventar una fórmula mágica para demostrar que la electricidad no ha subido. No contempla en ningún caso admitir que es verdad lo que todo el mundo puede ver perfectamente, telediario tras telediario. Ese truco del almendruco que le han preparado sus asesores es la trampa más burda que se ha tendido a sí mismo. Va a sacar un cálculo tan falso como su tesis doctoral para demostrar que el recibo de la luz no se mueve y los aumentos se los va a atribuir a la inflación, que ha crecido tanto precisamente porque ha subido la electricidad. Los malabares con las cifras van a ser de órdago y aunque haya casos en los que se cumpla el teorema de Sánchez, el ambiente general entre los consumidores, las empresas y los autónomos va a triturar cualquier impresión de que tiene razón. Hasta sus más fervientes seguidores se van a quedar con la boca abierta y el recibo de la luz en la mano.

El piensa que los españoles se van a tragar esto con patatas y yo tengo para mí que en este caso está por ver. Esa obsesión de ponerse farruco para chocarse contra la pared en mi opinión es un síntoma de que está perdiendo el contacto con la realidad. Tal vez me equivoque, pero creo que llegará el día en el que hablaremos de esta historia de la luz como el momento en el que el presidente empezó a luchar contra los molinos y resultó que no eran gigantes sino aerogeneradores