Opinión
Por
  • Manuel Campo Vidal

Ucrania, como ciudadanos, busca sobrevivir

Imagen captada por un satélite en la que se ve la concentración de tropas rusas.
Imagen captada por un satélite en la que se ve la concentración de tropas rusas.
EFE

Las fotos captadas por los satélites espía estadounidenses muestran una inquietante concentración de tropas rusas en la frontera con Ucrania. Joe Biden advierte que la invasión puede estar próxima, pero no desvela elementos que sustenten esa previsión. El único dato hasta ahora desconocido es que el joven Vladimir Putin,alumno en la escuela de inteligencia soviética (KGB), mostraba, según sus profesores, una propensión a desafiar peligros innecesarios. A eso sigue jugando. Abrir fuego contra Ucrania le puede salir muy caro a ese país, que quiere sobrevivir con dignidad, pero también al invasor. Y con daños colaterales para los vecinos europeos. Ucrania está a menos de dos horas de vuelo de Berlín, a menos de tres de París o de Roma y a cuatro de Madrid. Estados Unidos y la OTAN no quieren la reconstrucción, vía alianza militar, de la antigua Unión Soviética cuya disolución generó la profunda herida emocional por la que respira Putin.

Quizás haya sorprendido la presteza con la que el Gobierno español ha movilizado algunas unidades navales aproximándolas al escenario de la tensión, aunque siga apostando, cómo no, por la vía diplomática para solucionar el conflicto. En junio se celebrará en Madrid la Asamblea General de la OTAN. Ahí está la clave. Un espaldarazo indudable para el liderazgo de Pedro Sánchez, aunque la política internacional, en la que se mueve cómodamente, poco le ayuda en un país aficionado al desgaste político por nimiedades internas. Esa decisión gubernamental de no quedar inmóvil ante el riesgo de agresión a Ucrania, que en realidad es agresión a Europa, le ha supuesto al Presidente los primeros, por no decir únicos, comentarios elogiosos de la prensa empeñada en su demolición. La elección de Nadia Calviño como presidenta del Comité Monetario y Financiero del Fondo Monetario Internacional, puesto de enorme importancia, apenas fue reseñado.

Entretanto, la inflación sigue en ascenso en todas partes impulsada por el precio del gas y la electricidad. Las batallas políticas en España solo amainaron porque el Parlamento no tiene sesiones en enero y todos miran a las elecciones del 13 de febrero en Castilla y León, una comunidad apodada por algunos candidatos y diversos empresarios, como “Sicilia y León”, por los casos de corrupción denunciados. Aparentemente, el Partido Popular puede revalidar la presidencia, Vox crecería significativamente y Ciudadanos tratará de sobrevivir sin ser devorado por las dos derechas. Pero las urnas hablarán; y se recuerda que el más votado en 2018 fue el Partido Socialista. Los liberales de Ciudadanos, por orden taxativa de su preclaro líder Albert Rivera -amortizado año y medio después-, le dieron el gobierno al Partido Popular, el segundo más votado. Hoy suspiran por ser decisivos, aunque sea con un escaño.

Para lograr eso, pueden recibir un impulso inesperado desde el Congreso. La Reforma Laboral pactada entre Gobierno, sindicatos y patronal, y que es exigencia de Bruselas, no tiene los votos necesarios para ser aprobada. Ciudadanos se ofrece a apoyar y los nacionalistas de Esquerra Republicana se indignan, pero niegan sus votos al Gobierno. Es un espectáculo un tanto ridículo. “Ciudadanos lo que quiere es dinamitar la mayoría de Gobierno”, denuncia el diputado podemita Jaume Asens. Hay una fácil solución: que recapaciten los que se niegan a apoyar la Reforma Laboral. Ciudadanos lo que busca es sobrevivir en Castilla y León ahora, en Andalucía después y en España cuando toque. Es una fuerza, pequeña pero necesaria, que se autodestruyó. Su salvación es una cuestión de fe. Como la de Ucrania.  

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