Opinión
Por
  • Enrique Serbeto

Los fondos europeos

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, este miércoles antes de su rueda de prensa.
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.
EFE

Como el Gobierno no es capaz ni siquiera de explicar bien en qué consiste el asunto de los fondos europeos, voy a intentar arrojar un poco de luz en este desagradable laberinto de acusaciones entrecruzadas que solo ha servido para mover el polvo de manera que ya no vemos bien el panorama y algunos empiezan a creer que no existen o que son el alimento de un animal mitológico. El mejor resumen en mi opinión lo hizo el comisario de Economía europeo, un italiano que se llama Paolo Gentiloni, al decir que se trataba de “una oportunidad que solo sucede una vez cada generación”, para hacerse una idea de lo extraordinario del asunto. En líneas generales unos 40.000 millones de euros de subvenciones, más casi otro tanto de créditos blandos disponibles si hiciera falta, destinados a transformar las estructuras de la economía española para modernizarla de una vez y ponerla a la altura de nuestras ambiciones y de las necesidades futuras. Para ponernos en la primera división mundial en materia de transición energética y digitalización del tejido industrial.

Hasta aquí la teoría, que habrán escuchado muchas veces. ¿Cómo se explica eso en la práctica? Usaré como ejemplo la manifestación de agricultores y ganaderos de este domingo, que no ha sido ni la primera ni la última expresión de descontento de la gente del campo. Esencialmente, se quejan de que las condiciones de un mercado globalizado sumadas a las exigencias medioambientales de la legislación comunitaria no les dejan respirar y también de que llevan demasiado tiempo trabajando a pérdidas sin ver un horizonte razonable para su actividad. Un Gobierno sensato debería escucharles y plantear soluciones nuevas, es decir pensando no en la cosecha del año que viene sino en las de los próximos cincuenta o sesenta años. Se necesitaría un plan para modernizar las explotaciones agrícolas por ejemplo con la introducción masiva de las últimas tecnologías en maquinaria y con la instalación de sistemas de generación de electricidad y gas que puedan aumentar sus ingresos. Eso solo se puede hacer si se tiene mucho dinero y precisamente esa es la oportunidad histórica que representan los fondos europeos.

En lugar de ello, el Gobierno de Pedro Sánchez se aferra a la ventanilla de la subvención de toda la vida, solo que además se le ha visto el plumero porque tiene intención evidente de ser más generoso con los que más le aplauden y muy cicatero con los que le critican. El problema con esta visión no es solo que es profundamente injusta y seguramente ilegal por discriminatoria, sino que se basa en el mismo procedimiento administrativo que se ha utilizado siempre para gestionar los fondos de cohesión que la Unión Europea nos ha venido brindando desde hace cuarenta años. Unas veces se han usado bien, otras mal o muy mal y el aeropuerto de Huesca es un ejemplo de esto último. Pero la constante en todos estos años es que la Administración española no tiene capacidad para absorber las cantidades habituales, ni siquiera de estos últimos años que han venido disminuyendo. Eso explica que a estas alturas las empresas digan que apenas han recibido el equivalente al siete por ciento de los 23.000 que el Gobierno podía disponer el año pasado y de los cuales hay que recordar que 19.000 son de regalo, de gorra. Y todo además sin orden ni concierto, sin un plan industrial claro para seguir siendo el segundo país fabricante de coches en Europa cuando se generalicen los vehículos eléctricos. Tampoco hay un plan para construir por todas partes “electrolineras” precisamente para ser los primeros en usar estos nuevos vehículos y para que los turistas puedan seguir viniendo en verano en su propio coche eléctrico. En fin, personalmente se me ocurren muchas ideas para invertir ese dinero, desde en la modernización de la administración –que buena falta hace por ejemplo en los servicios de empleo- o en la puesta en marcha de una formación profesional moderna y orientada a las necesidades de las empresas, que están buscando especialistas por debajo de las mismas piedras donde se asolean los parados sin nada que hacer. Son cosas que valen mucho dinero y no lo tiene cualquiera. Eso es lo que decía Gentiloni, que una cosa así solo pasa una vez y conviene saber aprovecharla. Por desgracia este Gobierno ni lo intenta.

Diga lo que diga Pablo Casado, Bruselas no va a poner demasiadas pegas a nada porque la parte que le interesa de los fondos es que existan ya que abren la puerta a una aspiración histórica de la Comisión, que es tener un tesoro propio. Así que al final todo el mundo dirá que muy bien, que vivan los fondos y demás. Pero nosotros habremos desperdiciado la mejor oportunidad que se nos ha puesto por delante para haber dado un salto gigantesco en el progreso de España. Todo gracias a Pedro Sánchez. El se lo guisó, el se lo comió y los demás a dos velas. El falso doctor en Economía se ha empeñado en equivocarse solo y en esto al menos no podrá culpar a nadie.