Opinión
Por
  • Laura Alins

El reto de educar en un mundo hiperconectado

Los teléfonos móviles delatan nuestra ubicación, gustos, relaciones y preferencias.
Los teléfonos móviles delatan nuestra ubicación, gustos, relaciones y preferencias.
CARTV

Educar en el uso de los dispositivos móviles por parte de los menores es uno de los grandes retos a los que se enfrentan los padres hoy. No se trata de prohibir, sino de transmitir una cultura digital que ayude a las nuevas generaciones a utilizar las tecnologías para su enriquecimiento y desarrollo personal y para evitar la hiperconexión y la adicción.

En España el 92% de los niños entre 10 y 12 años usa internet y el 90% de los niños d 13 a 15 años tiene su teléfono móvil. Sin embargo, antes de los 16 años el cerebro no suele estar preparado para gestionar esta herramienta. Hemos creado una falsa necesidad que, a la larga, puede causar frustración, estrés, ansiedad, impulsividad. Cuanto más tarde demos el móvil a los hijos, mejor. Entre tanto fomentemos su reciedumbre y criterio.

La corteza prefrontal es la última zona del cerebro en desarrollar y su maduración debe estimularse desde el nacimiento. En ella se halla el centro neurálgico de la voluntad que nos hace ser seres superiores; se encarga de la atención, de la resolución de problemas, del control de los impulsos; nos permite concentrarnos, ser más autónomos, planificarnos, prescindir de lo innecesario, tener criterio, distinguir entre el bien y el mal…El exceso de pantalla, en pleno desarrollo de la corteza prefrontal, es muy peligroso porque impide este desarrollo natural y porque el individuo aún no es capaz de negarse a la tremenda carga de satisfacción inmediata que ofrece el despliegue de luz, sonido e imagen con que le obsequia el dispositivo. En ese momento es muy fácil acostumbrarse a recibir sensaciones gratificantes de manera continua e instantánea.

La pantalla está diseñada para ser adictiva, para hacer drogodependientes. Los siquiatras tratan la adicción a las pantallas como la adicción a cualquier otra droga. En cualquier caso nuestro organismo genera dopamina (hormona del placer) que impele a satisfacer esa ansiedad, estrés, mirando el móvil o consumiendo una sustancia. Los especialistas están alertando sobre los problemas graves que alienta el abuso de las pantallas en los niños: TDH (trastorno por déficit de atención o hiperactividad), insatisfacción –por ansiedad o estrés-, dificultad para gestionar las emociones, cambios de humor, agresividad, ralentización del desarrollo cognitivo-lingüístico, disminución de la capacidad crítica, de la capacidad de juego, de concentración, de lectura, de empatía con el otro…Por ello es necesario postponer el uso de las pantallas en los niños hasta que madure su corteza prefrontal y vaya adquiriendo las herramientas propias de la persona adulta (voluntad, inteligencia, criterio..) con las que será más fácil dominar para su beneficio el mundo digital. Frenemos el círculo de la hiperestimulación; y si nuestros hijos se aburren algún rato, mejor; el aburrimiento es la cuna del asombro, de la creatividad, de la imaginación, de los sueños…

Tener en cuenta que el móvil que regalemos a los hijos habrá de ir con su código de utilización: tiempo de uso al día, o a la semana, no en la mesa, no en la habitación por la noche, activación de las funciones de control parental, eliminación de las notificaciones de la pantalla…Siempre el ejemplo de los padres será fundamental; ninguna red social tiene más impacto en los niños que sus padres…y son ellos quienes deben de proponer alternativas: disfrutar de la naturaleza, de un paseo, un hobby, un juego en familia, un buena película, un deporte, un encuentro con amigos…y, por supuesto las tareas escolares y la ayuda en casa son prioritarias.

Los adultos sabemos que sólo hay una cosa que nos puede hacer realmente felices; es el amor. El amor a Dios, a la familia, a los otros…y, junto a eso, la gratificación por el trabajo bien hecho y de cara a los demás. Sin embargo, como muy bien explica la siquiatra Miriam Rojas Estapé, ni el amor ni el trabajo suelen producir una satisfacción inmediata; más bien operan postponiendo la recompensa, a base de espera, paciencia y tiempo.

Si queremos hijos fuertes y felices enseñémosles a esperar. Como dice el gran siquiatra Enrique Rojas, una persona con voluntad llega más lejos que una persona inteligente.