Opinión
Por
  • Carlos García Martínez, Expresidente de la Diputación Provincial de Huesca 1983-1987

El avispero

Bomberos extinguen un incendio tras el ataque sufrido a un edificio en la ciudad de Kyiv.
Bomberos extinguen un incendio tras el ataque sufrido a un edificio en la ciudad de Kyiv.
ROMAN PILIPEY

"Es contra un Gobierno de drogadictos y neonazis”, declaró Putin para justificar invadir Ucrania. Trump también usó chivos expiatorios; la epidemia era una invención demócrata para echarle, y dice Obama en sus memorias que con su presencia en la Casa Blanca se desató el pánico “porque se había perturbado el orden natural de las cosas”. Como en España, donde Vox ya afirmó en la sesión de investidura del Gobierno que era ilegal y Sánchez un psicópata, mientras el PP lo declaraba ilegítimo y usurpador. Después, en boca de sus líderes, era socialcomunista y filoterrorista. En el peor momento de la epidemia, el PP acusó al Ejecutivo de actuar de manera “totalitaria”. Contra un Gobierno ilegítimo valía todo y contra un régimen totalitario la desobediencia era una obligación moral. Un titular reciente decía que Casado ha cumplido la misión encomendada sin saberlo y que encanallar a sus votantes era el objetivo prioritario. Todo valía después de la moción de censura a Rajoy, el presidente que fingió amnesia para ocultar sus sobresueldos y la corrupción en masa de los suyos.

El abanico es amplio, gota a gota, ensucian la imagen del presidente. “Pedro Sánchez lleva a España a la ruina y al descrédito internacional”. “¡Qué distinta era su vida cuando repartía su agenda en las dos cosas que más le gustaba hacer: mirarse al espejo y viajar en el Falcon!”. En una carta a Heraldo reciente se pregunta si votar al sanchismo supone blanquear proetarras, romper la España constitucional o reducir el paro.” (En la misma fecha se publicaba la bajada del paro desde hacía meses)

Para los que no leen están las viñetas: “No declararán Madrid zona catastrófica porque La Moncloa es el epicentro de la misma”. “Gracias a la ley Celaá aquí no habrá despotismo ilustrado sino despotismo analfabeto”. En otra, en un gran cartel de carretera con el escudo de España y el letrero, se leía: “Gobierno de España: Hacemos lo que no da la gana, cuando nos da la gana y como nos da la gana”.

Al hilo de esos líderes van los encabronadores, ahora en su ambiente. Ellos y todas las patologías, desde los maniqueos hasta los crispadores profesionales. Y también los cenizos, los derrotistas y los ignorantes atrevidos, como la alcaldesa de Teruel, que ha dicho, tan campante, que el Gobierno de Sánchez “es el peor de la historia de España”. Estudió en el colegio de la Purísima y Santos Mártires, donde a saber qué historia le enseñarían, y es Graduada Social. Olvida el Gobierno de la Dictadura y desconoce, desde la “Década Maldita” de Fernando VII, quiénes y cómo gobernaron, con mínimas excepciones, la España del siglo XIX y parte del XX. Una historia en blanco, la suya.

Ahora Casado se despide como si no hubiese pasado nada. Pero ha pasado el PP. No solo durante sus años, sino desde que la AP de Fraga, desparecida la UCD de Suárez, cambió de nombre y se disparó el tsunami de los casos de corrupción, los sobresueldos, la caja B, los espionajes y los tamayazos.

Un día antes del pacto castellano-leonés del PP con Vox, mientras la portavoz popular, Cuca Gamarra, responsabilizaba a Sánchez de su desastrosa gestión de la pandemia y del frenesí alcista de los precios y le acusaba de utilizar ahora la invasión de Ucrania como pretexto de sus decisiones, Borrel, el jefe de la diplomacia europea, decía que el apoyo a Ucrania “tiene que ser una movilización de los espíritus, de las actividades y de las actitudes para hacer frente a una tarea que es, sin duda, histórica”. Invocación que recuerda la de Churchill “Sangre, sudor y lágrimas”

Almudena Grandes escribió en su día: “Aunque gritan ´libertad´, les trae sin cuidado. Sus padres no la echaron de menos y sus abuelos se enriquecieron con la dictadura. Sus descendientes se manifiestan ahora contra un gobierno que no sienten como propio y se envuelven en la bandera creyendo que solo les representa a ellos”.

“De la pandemia saldrán mejores los que ya eran buenos”, ha escrito estos días Elvira Lindo, y Camus escribió, en “La peste”, que las peores epidemias no son biológicas, sino morales, y que en las crisis sale a la luz lo peor de la sociedad y lo mejor. Identificando a todo opositor con un inexistente bolchevismo ¿conseguirán convencer a la gente que los de derechas son mejores?