Opinión
Por
  • Félix Rodríguez Prendes

Alguien ha visto a Dios y sigue vivo

La Biblia.
La Biblia.
S.E.

Este domingo hemos asistido a un hecho insólito en la historia de la humanidad: alguien ha visto a Dios en toda su gloria y ha seguido vivo. Ya no se puede decir aquello de que a Dios nadie lo ha visto jamás. Los tres apóstoles que van a estar en Getsemaní, seguramente sin enterarse de lo que pasaba, son los mismos a los que el Señor les ha mostrado el Rostro de Dios. Nos encontramos ante el hecho de que Dios se manifiesta mejor en las montañas. Abrahan habla con Dios en la montaña de Moab, cuando iba a sacrificar a Isaac; Moisés encuentra a Yahvé en la zarza que ardía en el monte Horeb y más tarde recibe las tablas de la ley en el monte Sinaí. Siempre que se hace referencia a Jerusalém se dice “subir a Jerusalén”. la Transfiguración que contemplamos hoy también tiene lugar en una montaña alta, el monte Tabor, Finalmente la Crucifixión se realiza en un cerro y así también la Ascensión. Yo creo que la simbología estriba en que la fe nos debe dar alas y las alas solo sirven para volar, para subir, hemos de desprendernos del lastre de la tierra, volar para buscar y encontrar a Dios.

Para nosotros Dios no es el dios de los filósofos, la causa primera de Platón. “El cristianismo es la religión que tiene rostro humano” (Benedicto XVI. Caritas in veritate). Dios tiene carne y hueso, es uno de nosotros y le conocemos por su Rostro: es Jesucristo. La paradoja es que es hombre y es Dios. En su grandeza y manifestación de amor, escogió ser hombre y así nos hizo a nosotros un poco dioses. El mismo Benedicto XVI, en su encíclica Spe salvi, nos dice que “necesitamos tener esperanzas más grandes o más pequeñas que nos mantengan en el camino” que viene a decir que es necesario tener un proyecto de futuro para vivir. Los cristianos tenemos resuelto ese problema porque nuestro proyecto de futuro es llegar a ver el Rostro de Dios. Dios es el fundamento de nuestra esperanza, pero nuestro Dios no es cualquier dios, es un Dios que tiene rostro humano, por tanto hemos de entrar en su conocimiento parqa adentrarnos en su amistad y así caminar con Él hacia nuestro Emaús. La vida plena se apoya en tres patas: Todos aspiramos a la felicidad ya en esta vida como anticipo de lo que será. Necesitamos de la esperanza para poder vivir y todo ello tiene que estar envuelto en la búsqueda de la Verdad, del Amor. Lo sorprendente y asombroso es que estas tres cosas esenciales para la vida del hombre, Dios nos las satisface por medio del Rostro de Jesús. Dios se comunica con nosotros de la forma que mejor lo podemos entender: a través de nuestras alegrías y tristezas, de nuestos sufrimientos, con el mismo lenguaje y los mismos gestos que nosotros.

El Papa Benedicto nos estimulaba con el salmo 104 a “buscar siempre su Rostro”, que es una búsqueda inagotable que se prolongará en la eternidad. La eternidad será la alegría de estar continuamente buscando y encontrando porque el descubrimiento del Rostro de Dios no se agota jamás y cuanto más nos adentremos en el esplendor del amor de Dios 5anto más gratificante será seguir la búsqueda. San Agustín interpretando el citado salmo 104, nos dice: “la belleza de la eternidad consiste en que no es una realidad estática sino un progreso inmenso en la inmensa belleza de Dios “.

Volviendo a lo de los montes, los que quieren llegar a lo alto, los que pasan la vida subiendo, deben ser personas que se pregunten sobre Dios, personas que buscan su Rostro, personas que buscan a Dios con el Rostro de Dios y que están convencidas de que el mundo no puede existir sin Dios, Jesucristo, el Dios que sufrió por nosotros para hacer posible que le encontremos.