Opinión
Por
  • Carlos García Martínez, Expresidente de la Diputación Provincial de Huesca 1983-1987

El mundo que sentimos perdido

Restos de un misil en Lisne, cerca de Kharkiv, Ucrania UKRAINE RUSSIA CONFLICT
Restos de un misil en Lisne, cerca de Kharkiv, Ucrania UKRAINE RUSSIA CONFLICT
Efe

Tenemos que recuperarlo, y muchos, demasiados, no están por la labor. Vivimos unos años de enormes turbulencias a todos los niveles. En el más cercano, en una sola legislatura española, se acumulan los efectos locales del cambio climático - sequías, tsunamis, inundaciones, temporales localizados como “Filomena”-, volcanes. Mientras, en el conjunto del planeta, la globalización y el virus sacuden las estructuras económicas y políticas del mundo conmoviendo sus cimientos más sólidos y crispando las relaciones entre los países y sus instituciones.

Quebrantos de semejante magnitud los ha sufrido la humanidad intermitentemente. Las pestes y las guerras han sido constantes en la historia. Tragedias como las hambrunas generalizadas, la esclavitud, las derivadas de imperialismos y colonialismos y tantas otras, sin embargo, apenas preocupaban a los ciudadanos que no las conocían ni sufrían, mientras ahora una globalización imparable inunda los noticieros de informaciones y opiniones, tantas veces interpretadas capciosamente.

“El mundo que hemos perdido” era el título reciente, que ahora modifico con el mío, de un artículo de mi admirado Joaquín Estefanía. Darlo por perdido supone un trauma para cada uno y es conveniente corregir ese pensamiento con terapias adecuadas. Es mi intención en este escrito no dejar que un pesimismo que resulta subversivo al alimentar consignas frentistas nos impida la pasión alegre de lo común. Si el pesimismo gana, la frustración provocará un estancamiento político, moral y social indeseable.

Entretanto han sucedido muchas cosas buenas y cabe la certeza de que vamos hacia delante. “Cantaremos todos desde los balcones y al final volveremos a abrazarnos”, como dijo el italiano Conte en su momento para levantar la moral de cada ciudadano. Dejando fuera a los subversivos, los pesimistas y los cenizos, borraremos los efectos sobre los individuos del virus universal. Canalizar los sentimientos, las emociones, no retorcer todos los temas para encontrar culpables, no crear enemigos. Expresarnos en un lenguaje coloquial y ordenado, sencillo de entender, sin crispaciones. A la tarea, pues, que eso es patriotismo.