Opinión
Por
  • Fernando de Yarza López-Madrazo

Por unos Juegos en igualdad

Alejandro Blanco, presidente del Comité Olímpico Español.
Alejandro Blanco, presidente del Comité Olímpico Español.
S.E.

En Aragón siempre decimos que no somos ni queremos ser más que nadie, pero tampoco menos que nadie. La organización de unos Juegos Olímpicos de Invierno viene siendo, desde hace años, uno de los grandes anhelos aragoneses. Las excepcionales condiciones del Pirineo, su atractivo turístico y medioambiental, convierten esta posibilidad en una oportunidad que puede situar a Aragón en el mapa de los grandes eventos internacionales. Unos Juegos, por su intenso arrastre mediático, representan inversiones, nuevas infraestructuras, la presencia de miles de viajeros y, de forma muy especial, una alternativa que, amparada en la sostenibilidad y el respeto al medio natural, puede cimentar el futuro de todo un territorio. La España interior, afectada por un abandono secular, requiere de oportunidades especiales como esta para superar demasiados años de olvido.

La nieve, como motor turístico, social y económico, ha venido ofreciendo al Pirineo una oportunidad de crecimiento y desarrollo, por más que los gobiernos de Luisa Fernanda Rudi y Javier Lambán, con la participación de Arturo Aliaga, no hayan valorado en su justa medida el potencial y la capacidad tractora de desarrollo en el territorio que supone la necesaria unión de estaciones -como sí lo han hecho los gobernantes de Andorra, Cataluña y Andalucía-, con una evidente falta de visión y liderazgo en un proyecto que se ha visto demasiadas veces castigado por un ecologismo subvencionado, vacuas rencillas partidistas y un cierto aldeanismo de los que creen que los Pirineos se van a convertir en una suerte de exceso inmobiliario al estilo de algunas zonas del Mediterráneo, frente a los que pensamos que la conservación del medioambiente y el desarrollo pueden y deben ir perfectamente de la mano.

Invertir en el mundo del esquí y otras actividades paralelas es sinónimo de una enorme rentabilidad social en forma de mantenimiento de escuelas rurales, de dispensarios médicos y, en especial, de la generación de un futuro para los jóvenes que ven en este sector una posibilidad para continuar residiendo en el territorio. Proyectos como la necesaria unión de los valles del Aragón y de Tena, o la ampliación de Cerler por Castanesa -sin olvidar Ardonés-, así como otras nuevas infraestructuras aportarán, priorizando siempre el desarrollo sostenible y gracias a los fondos procedentes de Europa, una mirada optimista que resulta imprescindible en estos tiempos de incertidumbre y ausencia de visibilidad.

Cuando se comenzó a fraguar la posibilidad de organizar unos Juegos Olímpicos en compañía y colaboración con Cataluña, la única condición que fijó Aragón fue la del establecimiento de un plano de igualdad entre las dos comunidades. El proyecto, que quedaba definido como una iniciativa de España para toda España, no ocultaba que pretendía también mejorar la relación con nuestra vecina Cataluña, tristemente sacudida y dañada por los excesos del independentismo. Aragón y Cataluña, Cataluña y Aragón, con un tronco común y unas raíces compartidas, fundamentadas en afecto y respeto mutuo de dos pueblos unidos y hermanados que trabajarían sobre la base de lograr la organización de los Juegos de Invierno de 2030. Ambas autonomías, que unidas y sobre su enriquecedora vecindad disponen de una intensa fuerza transformadora, contaban con la experiencia y el éxito demostrado en el pasado en la organización de grandes acontecimientos. Al fantástico resultado de los Juegos Olímpicos de Barcelona 92, en los que España no solo cosechó grandes reconocimientos deportivos, sino que se confirmó ante el mundo como el país solvente y profesional que es hoy en día, se unía la experiencia aragonesa en la celebración de la Expo de Zaragoza en 2008, con un éxito no menor.

Desde el principio se vio claro que surgirían muchas dificultades. Quizá la mayor de todas ellas era la creación de un clima de confianza y lealtad entre las dos administraciones autonómicas. Tristemente, pronto se descubrió que la lealtad no sería el punto fuerte de esta relación. De los vaivenes sobre el nombre de la candidatura se pasó a las dudas sobre el peso y reparto de las pruebas. La Generalitat no ha atendido al principio de igualdad y, sin la generosidad propia de las grandes instituciones, solo ha buscado ganar peso para las estaciones y los valles catalanes en detrimento de Aragón.

El documento técnico que avalan el COE, el Gobierno central y la Generalitat es rechazado, con toda razón, por la DGA porque establece una desigualdad inaceptable en ese reparto entre el Pirineo catalán y el aragonés. Es un despropósito que se pretenda celebrar competiciones en tres valles de Cataluña y que nuestra comunidad se limite únicamente a actividades menores acotadas al siempre agraviado valle del Aragón, y marginando de manera absolutamente humillante a los valles de Tena y de Benasque.

Este evidente agravio hacia Aragón, que de forma paradójica contrasta con la lealtad y el compromiso de nuestra comunidad hacia el maravilloso proyecto compartido que se llama España, resulta inasumible e intolerable para HENNEO, que reafirma de forma clara y rotunda el compromiso con nuestra tierra y con sus gentes del Pirineo. Sin dudas y sin reservas, no vamos a reblar.

En este sentido, al darlo por bueno, el COE rompe con la filosofía que había marcado reiteradamente su presidente de impulsar una candidatura ‘en pie de igualdad’ entre ambas regiones. Un cambio de posición que parece una rendición a las presiones y al insistente exclusivismo manifestado por la Generalitat. Es obvio que la igualdad requeriría una distribución geográfica equitativa de los eventos deportivos, de manera que los valles de las dos regiones pudieran beneficiarse igualmente tanto de las inversiones como del impulso turístico que supondrá la celebración de los Juegos.

Con ese desnortado plan técnico, el Gobierno de Aragón no tiene otra opción que desmarcarse, porque el documento no refleja el interés ni la voluntad de los aragoneses. Y presentando una propuesta alternativa que resulte equilibrada y justa se cargará de razón ante la opinión pública española. No obstante, y a pesar de los desencuentros provocados por la posición intransigente del Ejecutivo de Pere Aragonès, todavía hay tiempo para corregir el rumbo, si es que existe en todas las partes verdadera voluntad de aspirar seriamente a organizar los Juegos. Por Aragón no ha de quedar. Es necesario mantener abiertos los canales de comunicación y tender la mano. Pero si la candidatura ha de salir adelante, el Gobierno central y, sobre todo, el Comité Olímpico Español tienen que abandonar su parcialidad en favor de las exigencias catalanas y dejar muy claras las condiciones de equidad entre los territorios en las que debe basarse el proyecto.

No se olvide que la celebración de unos Juegos Olímpicos es una cuestión de Estado, que va en interés de toda España, de su imagen, de su proyección exterior, de su economía, de su reequilibrio territorial. Y supondrá, si llega a buen puerto, un impulso para el desarrollo de las dos comunidades autónomas, Aragón y Cataluña, y sobre todo de sus comarcas y valles de montaña. No tendría sentido renunciar a todo eso. Sería absurdo que la Generalitat hiciese naufragar un proyecto prometedor solo por el prurito nacionalista de situarse por encima de nuestra comunidad autónoma o de reivindicar una vez más un imposible independentismo. Los españoles no entenderán que sus gobernantes sean incapaces de ponerse de acuerdo sobre la base de algo tan sencillo y lógico como el principio de igualdad.

Aragón no puede aceptar un puesto de segundón. Y sin Aragón, sin sus montañas y estaciones de esquí, sin su concurso en la organización y en el impulso del proyecto olímpico, la candidatura se queda coja y sus posibilidades ante el Comité Olímpico Internacional se reducen al mínimo. El presidente Pedro Sánchez lo sabe y él mismo se comprometió en septiembre del año pasado a que la candidatura fuera «en pie de igualdad». ¿Va a faltar a su palabra?

La celebración de unos Juegos de Invierno en los Pirineos no es un sueño inalcanzable, es una aspiración realista e ilusionante si se trabaja con lealtad y generosidad buscando el consenso y sumando fuerzas. Pero si, como ha pretendido hasta ahora el Gobierno catalán, se busca solo la ventaja propia y se menosprecia al vecino, entonces será un imposible. La candidatura olímpica de los Pirineos debe construirse en beneficio de todos y en menoscabo de nadie. Hay que seguir esforzándose para conseguirlo.